Talált 68 Eredmények: hiciste

  • ¿No eres tú el que secó el mar y las aguas profundas, e hiciste del fondo del mar un camino para que pasaran los que rescatabas? (Isaías 51, 10)

  • como un buey que baja a la llanura? El Espíritu de Yavé los llevaba a descansar. Así fuiste guiando a tu pueblo, y con esto te hiciste famoso. (Isaías 63, 14)

  • Pues, ¿dónde están tus dioses que tú mismo hiciste? ¡A ver si te salvan en el tiempo de tu desgracia! Porque tus dioses, pueblo de Judá, son tan numerosos como tus ciudades. (Jeremías 2, 28)

  • Tú, que hiciste tu casa en el Líbano, que anidabas entre los cedros, ¡cómo te irás a quejar cuando sientas dolores y angustias como de una mujer que da a luz! (Jeremías 22, 23)

  • nos hiciste basura y vileza en medio de los pueblos. (Lamentaciones 3, 45)

  • Y de esta casa que lleva tu Nombre tú hiciste lo que hoy vemos, a causa de la maldad de la gente de Israel y de la gente de Judá. (Baruc 2, 26)

  • Tomaste tus joyas de oro y plata que te había dado, hiciste con ellas estatuas de machos con los que te prostituiste. (Ezequiel 16, 17)

  • Esto dice Yavé: Me portaré contigo como tu lo hiciste conmigo: rompiste la alianza sin pensar más en tu juramento. (Ezequiel 16, 59)

  • La sangre derramada te ha convertido en culpable, te hiciste ídolos y con ello te has ensuciado. Adelantaste tu hora y el término de tus años: te convertiré en la vergüenza de las naciones, en motivo de risa para todos los pueblos. (Ezequiel 22, 4)

  • cuando mi pueblo se te acercó, te quebraste en sus manos y lo heriste hasta en la espalda; cuando se apoyaron en ti, te doblaste e hiciste que perdieran el equilibrio. (Ezequiel 29, 7)

  • A las raíces de los montes descendí, al país cuyos cerrojos se cierran para siempre, pero me hiciste subir de la fosa, ¡oh Yavé, mi Dios! (Jonás 2, 7)

  • Sobre ti recaerán la violencia que le hiciste al Líbano, con sus animales masacrados, y sobre ti vendrá el terror, porque has derramado sangre humana, le hiciste violencia a la tierra, a la ciudad y a todos sus habitantes. (Habacuc 2, 17)


“O amor nada mais é do que o brilho de Deus nos homens”. São Padre Pio de Pietrelcina