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  • Que no haya ningún inmoral, impío como Esaú, que por un guiso entregó sus derechos sagrados de hijo mayor. (Carta a los Hebreos 12, 16)

  • Pero hay que pedir con fe, sin vacilar, porque el que vacila se parece a las olas del mar que están a merced del viento. (Carta de Santiago 1, 6)

  • ¿Tú crees que hay un solo Dios? Pues muy bien, pero eso lo creen también los demonios y tiemblan». (Carta de Santiago 2, 19)

  • Y donde hay envidia y ambición habrá también inestabilidad y muchas cosas malas. (Carta de Santiago 3, 16)

  • Ustedes quisieran tener y no tienen, entonces matan; tienen envidia y no consiguen, entonces no hay más que discusiones y peleas. Pero si ustedes no tienen es porque no piden, (Carta de Santiago 4, 2)

  • ¿Hay entre ustedes alguno desanimado? Que rece. ¿Está alguno alegre? Que cante himnos a Dios. (Carta de Santiago 5, 13)

  • ¿Hay alguno enfermo? Que llame a los ancianos de la Iglesia, que oren por él y lo unjan con aceite en el nombre del Señor. (Carta de Santiago 5, 14)

  • Llegará el día del Señor como hace un ladrón, y entonces los cielos se desarmarán entre un ruido ensordecedor, los elementos se derretirán por el calor y la tierra con todo lo que hay en ella se consumirá. (2º Carta de Pedro 3, 10)

  • e insiste sobre esto en todas sus cartas. Hay en ellas algunos puntos difíciles de entender, que los ignorantes y poco firmes en la fe interpretan torcidamente para su propio daño, como hacen también con las demás Escrituras. (2º Carta de Pedro 3, 16)

  • Este es el mensaje que hemos recibido de él y que les anunciamos a ustedes: que Dios es luz y que en él no hay tinieblas. (1º Carta de Juan 1, 5)

  • El que ama a su hermano permanece en la luz y no hay en él causas de tropiezo. (1º Carta de Juan 2, 10)

  • No amen al mundo ni lo que hay en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él. (1º Carta de Juan 2, 15)


“É doce o viver e o penar para trazer benefícios aos irmãos e para tantas almas que, vertiginosamente, desejam se justificar no mal, a despeito do Bem Supremo.” São Padre Pio de Pietrelcina