1. Amen la justicia, ustedes que gobiernan la tierra, tengan para con el Señor los sentimientos que convienen, búsquenlo con un corazón sincero.

2. Porque se deja encontrar por los que no lo provocan, se manifiesta a los que le tienen confianza.

3. Sepan que los razonamientos tortuosos alejan de Dios: La Omnipotencia pondrá en su lugar a los insensatos que la ponen a prueba.

4. La Sabiduría no entrará en un alma mal dispuesta, ni habitará en un cuerpo esclavo del pecado.

5. El Espíritu Santo que nos educa huye de la duplicidad; rechaza los pensamientos estúpidos y se paraliza frente a la maldad.

6. La Sabiduría es un espíritu que ama a los hombres, pero no dejará sin castigo al que blasfema, porque Dios conoce sus pensamientos íntimos, ve claro en su corazón y escucha sus palabras.

7. Porque el Espíritu del Señor repleta el universo y mantiene su unidad: conoce, pues, todo lo que se dice.

8. Por eso, cualquiera que tome una decisión injusta no puede escapársele; no quedará sin sanción, éste lo reducirá al silencio.

9. Los proyectos del impío serán investigados, sus palabras serán transmitidas al Señor y sus crímenes serán castigados.

10. Sepan que hay un oído atento que lo escucha todo, y nada de lo que se murmura se le escapa.

11. Déjense pues de quejas injustificadas, eviten los propósitos condenables, pues ni siquiera la palabra dicha en secreto queda sin consecuencias y la boca mentirosa mata al alma.

12. ¡Nada de vida desordenada, eso sería buscar la muerte! No hagan cosas que les acarrearían la desgracia.

13. Porque Dios no hizo la muerte, y no le gusta que se pierdan los vivos.

14. El creó todas las cosas para que existan; las especies que aparecen en la naturaleza son medicinales, y no traen veneno ni muerte. La tierra no está sometida a la muerte,

15. pues el orden de la Justicia está más allá de la muerte.

16. Los impíos sin embargo llaman a la muerte con gestos y palabras; ven en ella a una amiga y se han prendado de ella; han hecho con ella un pacto y se hacen merecedores de caer en sus manos.






Como distinguir uma tentação de um pecado e como estar certo de que não se pecou? – perguntou um penitente. Padre Pio sorriu e respondeu: “Como se distingue um burro de um homem? O burro tem de ser conduzido; o homem conduz a si mesmo!” São Padre Pio de Pietrelcina