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  • ¡Qué vergüenza! ¿Así que entre ustedes no hay ni un solo entendido que pueda hacer de árbitro entre hermanos? (1º Carta a los Corintios 6, 5)

  • De todos modos ya es una desgracia que haya entre ustedes pleitos, pero, ¿por qué mejor no soportan la injusticia? ¿Por qué no aceptan perder algo? (1º Carta a los Corintios 6, 7)

  • Entonces, ¿se puede comer carne sacrificada a los ídolos? Sabemos que un ídolo no es nada en realidad y que no hay más Dios que el Unico. (1º Carta a los Corintios 8, 4)

  • Ciertamente la gente habla de dioses en el cielo o en la tierra, y en ese sentido hay muchos dioses y señores. (1º Carta a los Corintios 8, 5)

  • Pero para nosotros hay un solo Dios, el Padre: todo viene de él y nosotros vamos hacia él. Y hay un solo Señor, Cristo Jesús: todo depende de él y de él dependemos nosotros. (1º Carta a los Corintios 8, 6)

  • Hay diferentes dones espirituales, pero el Espíritu es el mismo. (1º Carta a los Corintios 12, 4)

  • Hay diversos ministerios, pero el Señor es el mismo. (1º Carta a los Corintios 12, 5)

  • Hay diversidad de obras, pero es el mismo Dios quien obra todo en todos. (1º Carta a los Corintios 12, 6)

  • Pero hay muchos miembros, y un solo cuerpo. (1º Carta a los Corintios 12, 20)

  • Así también en el momento presente vemos las cosas como en un mal espejo y hay que adivinarlas, pero entonces las veremos cara a cara. Ahora conozco en parte, pero entonces conoceré como soy conocido. (1º Carta a los Corintios 13, 12)

  • Me alegraría que todos ustedes hablaran en lenguas, pero más me gustaría que todos fueran profetas. Es mucho mejor tener profetas que quien hable en lenguas, a no ser que haya quien las interprete y así toda la Iglesia saque provecho. (1º Carta a los Corintios 14, 5)

  • Lo mismo ocurre con ustedes y sus lenguas: ¿quién sabrá lo que han dicho si no hay palabras que se entiendan? Habrá sido como hablar al viento. (1º Carta a los Corintios 14, 9)


“Você teme um homem,um pobre instrumento nas mãos de Deus, mas não teme a justiça divina?” São Padre Pio de Pietrelcina