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  • Algunos que se habían dispersado a raíz de la persecución cuando el asunto de Esteban, llegaron hasta Fenicia, Chipre y Antioquía, pero sólo predicaban la Palabra a los judíos. (Hecho de los Apóstoles 11, 19)

  • El día señalado, Herodes, vestido con el manto real, se sentó en la tribuna y les dirigió la palabra. (Hecho de los Apóstoles 12, 21)

  • Mientras tanto la Palabra de Dios crecía y se difundía. (Hecho de los Apóstoles 12, 24)

  • Llegados a Salamina, comenzaron a anunciar la Palabra de Dios en las sinagogas de los judíos. Juan les hacía de asistente. (Hecho de los Apóstoles 13, 5)

  • que estaba con el gobernador Sergio Paulo, el cual era un hombre muy abierto. Este hizo llamar a Bernabé y Saulo, pues deseaba escuchar la Palabra de Dios, (Hecho de los Apóstoles 13, 7)

  • Después de la lectura de la Ley y los Profetas, los jefes de la sinagoga les mandaron a decir: «Hermanos, si ustedes tienen alguna palabra de aliento para los presentes, hablen.» (Hecho de los Apóstoles 13, 15)

  • Entonces Pablo y Bernabé les hablaron con coraje: «Era necesario que la Palabra de Dios fuera anunciada a ustedes en primer lugar. Pues bien, si ustedes la rechazan y se condenan a sí mismos a no recibir la vida eterna, sepan que ahora nos dirigimos a los que no son judíos. (Hecho de los Apóstoles 13, 46)

  • Con esto la Palabra de Dios empezó a difundirse por toda la región. (Hecho de los Apóstoles 13, 49)

  • Predicaron la Palabra en Perge y bajaron después a Atalía. (Hecho de los Apóstoles 14, 25)

  • Cuando terminaron de hablar, Santiago tomó la palabra y dijo: «Hermanos, escúchenme: (Hecho de los Apóstoles 15, 13)

  • En cuanto a Pablo y Bernabé, se detuvieron en Antioquía, enseñando y anunciando con muchos otros la Palabra de Dios. (Hecho de los Apóstoles 15, 35)

  • Pero un día Pablo dijo a Bernabé: «Volvamos a visitar a los hermanos y veamos cómo están en cada una de las ciudades donde hemos anunciado la Palabra del Señor.» (Hecho de los Apóstoles 15, 36)


“Onde não há obediência, não há virtude. Onde não há virtude, não há bem, não há amor; e onde não há amor, não há Deus; e sem Deus não se chega ao Paraíso. Tudo isso é como uma escada: se faltar um degrau, caímos”. São Padre Pio de Pietrelcina