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  • Tomó entonces Séfora un cuchillo de piedra y, cortando el prepucio de su hijo, tocó él los pies de Moisés. Luego dijo: «Tú eres para mí un esposo de sangre.» (Exodo 4, 25)

  • Mientras tanto, Yavé había dicho a Aarón: «Sal al encuentro de Moisés, en el desierto.» Así que partió Aarón, lo encontró en el Monte de Dios y lo besó. (Exodo 4, 27)

  • Pues desde que fui donde Faraón y le hablé en tu nombre, está maltratando a tu pueblo, y Tú no haces nada para librarlo.» (Exodo 5, 23)

  • Por lo tanto, diles de mi parte: Yo soy Yavé, que quitaré de sus espaldas los duros trabajos de Egipto y los liberaré de la esclavitud. Yo les devolveré la libertad con golpes tremendos de mi mano y con intervenciones manifiestas. (Exodo 6, 6)

  • Eso no obstante, Yavé habló con Moisés y Aarón y los mandó donde los hijos de Israel, y también donde Faraón, para sacar a su pueblo del país de Egipto. (Exodo 6, 13)

  • A lo cual respondió Moisés: «¿Cómo me escuchará Faraón, siendo yo tan malo para hablar?» (Exodo 6, 30)

  • Eso no obstante, Faraón se puso más duro y no escuchó a Moisés y a Aarón, como Yavé le había predicho. (Exodo 7, 13)

  • Yavé dijo a Moisés: «Di a Aarón: toma tu bastón y extiende tu mano sobre las aguas de los egipcios, sobre su río, sus canales, sus estanques, y sobre todos sus depósitos de aguas, y éstas se convertirán en sangre. Habrá sangre en toda la tierra de Egipto, hasta en las vasijas, tanto de madera como de piedra.» (Exodo 7, 19)

  • Faraón volvió a su casa como si no hubiera ocurrido nada importante. (Exodo 7, 23)

  • Pero, mientras tanto, los egipcios tuvieron que cavar pozos en los alrededores del río en busca de agua potable, porque no podían beber del río. (Exodo 7, 24)

  • Así lo hizo Aarón, y salieron tantas ranas que cubrieron todo el país de Egipto. (Exodo 8, 2)

  • volveré mi mano contra los animales de tus campos, de manera que habrá una mortandad tremenda de los caballos, de los burros, de los camellos, de las vacas y ovejas. (Exodo 9, 3)


“Onde não há obediência, não há virtude. Onde não há virtude, não há bem, não há amor; e onde não há amor, não há Deus; e sem Deus não se chega ao Paraíso. Tudo isso é como uma escada: se faltar um degrau, caímos”. São Padre Pio de Pietrelcina