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  • Por eso se la llamó Babel, porque allí Yavé confundió el lenguaje de todos los habitantes de la tierra, y desde allí los dispersó Yavé por toda la tierra. (Génesis 11, 9)

  • Desde allí pasó a la montaña, al oriente de Betel, y plantó su tienda de campaña, teniendo Betel al oeste y Hay al oriente. También aquí edificó un altar a Yavé e invocó su Nombre. (Génesis 12, 8)

  • Estando ya para entrar en Egipto, dijo a Saray, su esposa: «Estoy pensando que eres una mujer hermosa. (Génesis 12, 11)

  • Los habitantes de Sodoma eran malos y pecadores ante Yavé. (Génesis 13, 13)

  • y a los horitas en los cerros de Seir, hasta los Campos de Parán, que están cerca del desierto. (Génesis 14, 6)

  • No quiero nada para mí, sino tan sólo lo que han comido mis hombres. En cuanto a mis aliados Aner, Escol y Mambré, que ellos mismos tomen su parte.» (Génesis 14, 24)

  • En adelante y para siempre, todo varón entre ustedes deberá ser circuncidado a los ocho días después de su nacimiento, tanto el nacido en tu casa, como el extranjero que haya sido comprado como esclavo. (Génesis 17, 12)

  • También todos los varones de su casa, tanto los nacidos en ella como los esclavos comprados a algún extranjero, fueron igualmente circuncidados con él. (Génesis 17, 27)

  • Al levantar sus ojos, Abrahán vio a tres hombres que estaban parados a poca distancia. En cuanto los vio, corrió hacia ellos y se postró en tierra, (Génesis 18, 2)

  • Sara se rió, mientras pensaba: «Ahora que soy anciana, ¿haré el amor con mi marido que es tan viejo?» (Génesis 18, 12)

  • pero si faltan cinco justos para llegar a los cincuenta, ¿destruirás la ciudad por esos cinco que faltan?» Yavé respondió: «No habrá destrucción si encuentro allí cuarenta y cinco hombres justos.» (Génesis 18, 28)

  • y les dijo: «Señores míos, les ruego que vengan a la casa de este siervo suyo a pasar la noche. Se lavarán los pies, descansarán y mañana, al amanecer, podrán seguir su camino.» Ellos le respondieron: «No, pasaremos la noche en la plaza.» Pero él insistió tanto, que lo siguieron a su casa, y les preparó comida. (Génesis 19, 2)


“Não há nada mais inaceitável do que uma mulher caprichosa, frívola e arrogante, especialmente se é casada. Uma esposa cristã deve ser uma mulher de profunda piedade em relação a Deus, um anjo de paz na família, digna e agradável em relação ao próximo.” São Padre Pio de Pietrelcina