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Saúl, su hijo Jonatán y su tropa habían establecido su campamento en Guibea de Benjamín, mientras que los filisteos acampaban en Micmas. Y salieron tres destacamentos de filisteos a devastar los campos; uno tomó el camino de Ofrá, en la comarca de Saúl; (1 Samuel 13, 17)
les dijo: «Escuchen, hombres de Benjamín: ¿Acaso creen que el hijo de Jesé les va a dar a cada uno de ustedes campos y viñas? ¿O piensan que los va a nombrar a todos jefes de miles y de cientos? (1 Samuel 22, 7)
Al cabo de siete años, regresó la mujer a su país y acudió al rey para que le devolvieran su casa y sus campos. (2 Reyes 8, 3)
Mientras le estaba contando cómo había resucitado a un muerto, compareció la mujer, cuyo hijo había resucitado, reclamando al rey su casa y sus campos. Guejazí dijo: «Esta es, mi señor, aquella mujer y éste es su hijo, al que resucitó Eliseo.» (2 Reyes 8, 5)
El rey le preguntó sobre el hecho y ella se lo contó. Inmediatamente el rey mandó con ella a un oficial del palacio, a quien le dijo: «Haz que le devuelvan todo lo que le pertenece con todo lo que han producido sus campos desde el día que ella partió hasta hoy.» (2 Reyes 8, 6)
Murió Jusam, y en su lugar reinó Abad, hijo de Bedad, que derrotó a los madianitas en los campos de Moab; el nombre de su ciudad fue Avit. (1 Crónicas 1, 46)
Sajaraim tuvo dos hijos cuando estaba en los campos de Moab, después de haber despedido a sus mujeres Jusim y Bará. (1 Crónicas 8, 8)
los levitas abandonaron sus campos y sus posesiones y se fueron a Judá y a Jerusalén, pues Jeroboam y sus hijos les habían quitado sus privilegios de sacerdotes de Yavé. (2 Crónicas 11, 14)
Construyó torres en el desierto y excavó muchas cisternas, pues tenía numeroso ganado en la tierra baja, y en la llanura, así como labradores y viñadores en las montañas y en los campos fértiles, porque se interesaba por la agricultura. (2 Crónicas 26, 10)
Otros gritaban: «Nosotros tuvimos que empeñar nuestros campos, viñas y casas para conseguir grano en esta escasez.» (Nehemías 5, 3)
Otros decían: «Tuvimos que pedir dinero prestado a cuenta de nuestros campos y viñas para pagar el impuesto al rey. (Nehemías 5, 4)
Sin embargo, somos de la misma raza que nuestros hermanos, y nuestros hijos no son diferentes a sus hijos. Pero tenemos que entregarlos como esclavos; incluso muchas de nuestras hijas son ya tratadas como concubinas. Y no tenemos otra solución, puesto que nuestros campos y viñas ya pasaron a otros.» (Nehemías 5, 5)