Löydetty 91 Tulokset: sacerdocio real

  • David dijo a Aquís: «Si es que cuento con tu amistad, dame, por favor, un lugar en una de las ciudades del territorio para residir en ella. ¿Por qué ha de residir tu siervo a tu lado, en la ciudad real?» (1 Samuel 27, 5)

  • David, por su parte, envió a Joab con todo el ejército y su guardia real. (2 Samuel 10, 7)

  • Cuando Salomón hubo terminado la Casa de Yavé, el palacio real y todo cuanto quiso construir, (1 Reyes 9, 1)

  • Durante los veinte años que Salomón edificó la Casa de Yavé y el palacio real, (1 Reyes 9, 10)

  • Ahora viene lo referente al trabajo obligatorio que el rey estableció para construir la Casa de Yavé, el palacio real, el terraplén, la muralla de Jerusalén, Jasor, Meguido y Gazer, (1 Reyes 9, 15)

  • Yavé suscitó a Salomón un adversario de nombre Hadad, edomita, de la familia real de Edom. (1 Reyes 11, 14)

  • Roboam hizo en su lugar escudos de bronce, que confió a los jefes de la guardia real, que custodiaban la entrada de la casa del rey. (1 Reyes 14, 27)

  • Cuando Zimri vio que la ciudad iba a ser tomada, entró en la fortificación de la casa del rey, prendió fuego al palacio real y murió. (1 Reyes 16, 18)

  • Al séptimo año, Joyada, jefe de los sacerdotes, mandó llamar a los oficiales de la guardia real y de los guardias carios a la Casa de Yavé. Después de hacer con ellos un pacto con juramento, les mostró al hijo del rey. (2 Reyes 11, 4)

  • Después Joyada puso centinelas en la Casa de Yavé; encabezó a los oficiales, a los guardias del rey, a los guardias carios y a los ciudadanos que acompañaban al rey hasta el palacio. Allí entraron por la Puerta de la Guardia y el rey Joás se sentó en el trono real. (2 Reyes 11, 19)

  • Ezequías, pues, le entregó todo el dinero que se hallaba en la Casa de Yavé y en los tesoros de la casa real. (2 Reyes 18, 15)

  • éste de Azarías, el cual ejerció el sacerdocio en la Casa que Salomón edificó en Jerusalén. (1 Crónicas 5, 35)


“O Senhor sempre orienta e chama; mas não se quer segui-lo e responder-lhe, pois só se vê os próprios interesses. Às vezes, pelo fato de se ouvir sempre a Sua voz, ninguém mais se apercebe dela; mas o Senhor ilumina e chama. São os homens que se colocam na posição de não conseguir mais escutar.” São Padre Pio de Pietrelcina