Löydetty 157 Tulokset: propia
Tú solo cargarás con la responsabilidad de tu propia muerte.» Y, llamando a uno de los jóvenes, le ordenó: «Acércate y mátalo. » Este lo mató de un solo golpe. (2 Samuel 1, 16)
Después le dijo: «Baja a tu casa y descansa.» Cuando Urías salió del palacio, David mandó detrás de él platos de su propia mesa, (2 Samuel 11, 8)
Mató también a un egipcio de gran estatura. El egipcio tenía una lanza en su mano, pero él lo enfrentó armado sólo de un palo; le quitó la lanza de las manos al egipcio y lo mató con su propia lanza. (2 Samuel 23, 21)
Una vez en su presencia, les dijo: «Háganse acompañar por un grupo de mis servidores, y lleven a Salomón montado en mi propia mula, a Guijón. (1 Reyes 1, 33)
Veo que te sientes muy orgulloso porque has vencido a los edomitas. Esto te basta para tener fama en tu propia casa; ¿por qué ahora quieres exponerte a una desgracia y perderte a ti y al pueblo de Judá?» (2 Reyes 14, 10)
Salomón acabó la Casa de Yavé y la casa del rey, y llevó a cabo cuanto se había propuesto hacer en la Casa de Yavé y en su propia casa. (2 Crónicas 7, 11)
Al cabo de los veinte años que empleó Salomón en edificar la Casa de Yavé y su propia casa, (2 Crónicas 8, 1)
Entonces se enojó Yavé contra Amasías y le mandó un profeta a decirle: «¿Por qué has ido a buscar a los dioses de ese pueblo, que no han podido librar de tu mano a su propia gente?» (2 Crónicas 25, 15)
Se inmolaron las víctimas pascuales, y mientras los sacerdotes por su propia mano rociaban con la sangre, los levitas las desollaban. (2 Crónicas 35, 11)
Cuando estaba con ustedes, no estaba por mi propia voluntad, sino por voluntad de Dios. A él deben bendecir y cantar todos los días. (Tobías 12, 18)
Tendremos que responder de esta profanación con nuestra propia sangre. Dios nos pedirá cuentas por la muerte de nuestros hermanos, la esclavitud de nuestro pueblo y la ruina de nuestra herencia. (Judit 8, 22)
«Señor, Dios de mi padre Simeón, a él le diste una espada para castigar a aquellos extranjeros que violaron a una virgen ultrajándola, que desnudaron su cuerpo para su propia vergüenza y que profanaron su seno para su propia deshonra. Ellos hicieron eso, aunque tú dijiste: (Judit 9, 2)