1. Del maestro de coro. Salmo. De David.

2. Líbrame, Yahveh, del hombre malo, del hombre violento guárdame,

3. los que en su corazón maquinan males, y peleas albergan todo el día,

4. aguzan su lengua igual que una serpiente, veneno de víbora hay bajo sus labios. Pausa

5. Presérvame, Yahveh, de las manos del impío, del hombre violento guárdame, los que proyectan trastornar mis pasos,

6. los insolentes que me han ocultado cepo y lazos, y tienden una red bajo mis pies, y al borde del sendero me han emplazado trampas.

7. Yo he dicho a Yahveh: Tú eres mi Dios, escucha, Yahveh, la voz de mis súplicas.

8. Oh Yahveh, Señor mío, fuerza de mi salvación, tú cubres mi cabeza el día del combate.

9. No otorgues, Yahveh, al impío su deseo, no dejes que su plan se realice. Los que me asedian no alcen sobre mí

10. su cabeza, Pausa ahóguelos la malicia de sus labios;

11. llueva sobre ellos carbones encendidos, en el abismo hundidos, no se levanten más;

12. no arraigue más en la tierra el deslenguado. al violento lo atrape de golpe la desgracia.

13. Sé que Yahveh al humilde hará justicia, y llevará el juicio de los pobres.

14. Sí, los justos darán gracias a tu nombre, los rectos morarán en tu presencia.





“Pobres e desafortunadas as almas que se envolvem no turbilhão de preocupações deste mundo. Quanto mais amam o mundo, mais suas paixões crescem, mais queimam de desejos, mais se tornam incapazes de atingir seus objetivos. E vêm, então, as inquietações, as impaciências e terríveis sofrimentos profundos, pois seus corações não palpitam com a caridade e o amor. Rezemos por essas almas desafortunadas e miseráveis, para que Jesus, em Sua infinita misericórdia, possa perdoá-las e conduzi-las a Ele.” São Padre Pio de Pietrelcina