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  • Hermanos, no queremos que estéis en la ignorancia respecto de los muertos, para que no os entristezcáis como los demás, que no tienen esperanza. (I Tesalonicenses 4, 13)

  • por la hipocresía de embaucadores que tienen marcada a fuego su propia conciencia; (I Timoteo 4, 2)

  • discusiones sin fin propias de gentes que tienen la inteligencia corrompida, que están privados de la verdad y que piensan que la piedad es un negocio. (I Timoteo 6, 5)

  • Pues tanto el santificador como los santificados tienen todos el mismo origen. Por eso no se avergüenza de llamarles hermanos (Hebreos 2, 11)

  • En cambio, el manjar sólido es de adultos; de aquellos que, por costumbre, tienen las facultades ejercitadas en el discernimiento del bien y del mal. (Hebreos 5, 14)

  • Es cierto que los hijos de Leví que reciben el sacerdocio tienen orden según la Ley de percibir el diezmo del pueblo, es decir, de sus hermanos, aunque también proceden éstos de la estirpe de Abraham; (Hebreos 7, 5)

  • Tenemos nosotros un altar del cual no tienen derecho a comer los que dan culto en la Tienda. (Hebreos 13, 10)

  • sufriendo daño en pago del daño que hicieron. Tienen por felicidad el placer de un día; hombres manchados e infames, que se entregan de lleno a los placeres mientras banquetean con vosotros. (II Pedro 2, 13)

  • Tienen los ojos llenos de adulterio, que no se sacian de pecado, seducen a las almas débiles, tienen el corazón ejercitado en la codicia, ¡hijos de maldición! (II Pedro 2, 14)

  • Los cuatro Vivientes tienen cada uno seis alas, están llenos de ojos todo alrededor y por dentro, y repiten sin descanso día y noche: «Santo, Santo, Santo, Señor, Dios Todopoderoso, "Aquel que era, que es y que va a venir".» (Apocalipsis 4, 8)

  • Pereció la tercera parte de las criaturas del mar que tienen vida, y la tercera parte de las naves fue destruida. (Apocalipsis 8, 9)

  • De la humareda salieron langostas sobre la tierra, y se les dio un poder como el que tienen los escorpiones de la tierra. (Apocalipsis 9, 3)


“Seja paciente nas aflições que o Senhor lhe manda.” São Padre Pio de Pietrelcina