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  • Porque os alegrasteis, porque gozasteis, depredadores de mi heredad, porque dabais corcovos como novilla en dehesa, y relinchos como animales fuertes. (Jeremías 50, 11)

  • Ni de ladrones y salteadores pueden defenderse estos dioses de madera, plateados y dorados; aquéllos, más fuertes que ellos, les quitan el oro, la plata y la vestimenta que los recubre, y se van con ello, sin que los dioses puedan socorrerse a sí mismos. (Baruc 6, 57)

  • Tenía ramas fuertes para ser cetros reales; su talla se elevó hasta dentro de las nubes. Era imponente por su altura, por su abundancia de ramaje. (Ezequiel 19, 11)

  • y mandó a los hombres más fuertes de su ejército que ataran a Sadrak, Mesak y Abed Negó y los arrojaran al horno de fuego ardiente. (Daniel 3, 20)

  • Olvida Israel a su Hacedor, edifica palacios; Judá multiplica las ciudades fuertes. Pero yo prenderé fuego a sus ciudades, que devorará sus alcázares. (Oseas 8, 14)

  • Yo los haré fuertes en Yahveh, y en su Nombre marcharán, oráculo de Yahveh. (Zacarías 10, 12)

  • Mas él, al oírlo, dijo: «No necesitan médico los que están fuertes sino los que están mal. (Mateo 9, 12)

  • Al oír esto Jesús, les dice: «No necesitan médico los que están fuertes, sino los que están mal; no he venido a llamar a justos, sino a pecadores.» (Marcos 2, 17)

  • Pero ellos insistían pidiendo a grandes voces que fuera crucificado y sus gritos eran cada vez más fuertes. (Lucas 23, 23)

  • Nosotros, los fuertes, debemos sobrellevar las flaquezas de los débiles y no buscar nuestro propio agrado. (Romanos 15, 1)

  • Nosotros, necios por seguir a Cristo; vosotros, sabios en Cristo. Débiles nosotros; mas vosotros, fuertes. Vosotros llenos de gloria; mas nosotros, despreciados. (I Corintios 4, 10)

  • ¿O es que queremos provocar los celos del Señor? ¿Somos acaso más fuertes que él? (I Corintios 10, 22)


“Por que a tentação passada deixa na alma uma certa perturbação? perguntou um penitente a Padre Pio. Ele respondeu: “Você já presenciou um tremor de terra? Quando tudo estremece a sua volta, você também é sacudido; no entanto, não necessariamente fica enterrado nos destroços!” São Padre Pio de Pietrelcina