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La cisterna adonde echó Ismael todos los cadáveres de los hombres que mató, era la cisterna grande. Es la que hizo el rey Asá para prevenirse contra Basá, rey de Israel; Ismael, hijo de Netanías, la llenó de asesinados. (Jeremías 41, 9)
Y brotó y se hizo una vid desbordante, de pequeña talla, que volvió sus ramas hacia el águila, mientras sus raíces estaban bajo ella. Se hizo una vid, echó cepas y alargó sarmientos. (Ezequiel 17, 6)
Vi cómo alcanzaba al carnero, enfurecido contra él; embistió al carnero, y le rompió los dos cuernos, sin que el carnero tuviera fuerzas para resistirle; lo echó por tierra y lo pisoteó; no había nadie que librara al carnero de su mano. (Daniel 8, 7)
Daniel se echó a reír: «Oh rey, no te engañes - dijo -, por dentro es de arcilla y por fuera de bronce, y eso no ha comido ni bebido jamás.» (Daniel 14, 7)
Nada más abierta la puerta, el rey echó una mirada a la mesa y gritó en alta voz: «¡Grande eres, Bel, y no hay en ti engaño alguno!» (Daniel 14, 18)
Daniel se echó a reír y, deteniendo al rey para que no entrara más adentro, le dijo: «Mira, mira al suelo, y repara de quién son esas huellas.» (Daniel 14, 19)
Daniel tomó entonces pez, grasa y pelos, lo coció todo junto e hizo con ello unas bolitas que echó en las fauces de la serpiente; la serpiente las tragó y reventó. Y dijo Daniel: «¡Mirad qué es lo que veneráis!» (Daniel 14, 27)
A las raíces de los montes descendí, a un país que echó sus cerrojos tras de mí para siempre, mas de la fosa tú sacaste mi vida, Yahveh, Dios mío. (Jonás 2, 7)
Dijo él: «Esta es la Maldad.» La echó dentro de la medida y volvió a poner la tapa de plomo en su boca. (Zacarías 5, 8)
Entonces el siervo se echó a sus pies, y postrado le decía: "Ten paciencia conmigo, que todo te lo pagaré." (Mateo 18, 26)
Pero él no quiso, sino que fue y le echó en la cárcel, hasta que pagase lo que debía. (Mateo 18, 30)
Entró Jesús en el Templo y echó fuera a todos los que vendían y compraban en el Templo; volcó las mesas de los cambistas y los puestos de los vendedores de palomas. (Mateo 21, 12)