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Ahora, pues, júrame por Dios aquí mismo sin mentir, y tanto a mí como a mis hijos y a mis nietos, que la misma benevolencia que he tenido para contigo, la tendrás tú para conmigo y con el país donde te hemos recibido como huésped.» (Génesis 21, 23)
Dijo David: «Tendré con Janún, hijo de Najás, la misma benevolencia que su padre tuvo conmigo.» David envió a sus servidores para que le consolaran por su padre. Cuando los servidores de David llegaron al país de los ammonitas, (II Samuel 10, 2)
Tratarás con benevolencia a los hijos de Barzillay de Galaad y estarán entre los que comen a tu mesa, porque también ellos se acercaron a mí cuando yo huía ante tu hermano Absalón. (I Reyes 2, 7)
Dijo entonces David: «Tendré con Janún, hijo de Najás, la misma benevolencia que su padre tuvo conmigo.» Y envió David mensajeros para que le consolaran por su padre. Pero cuando los servidores de David llegaron al país de los ammonitas, donde Janún, para consolarle, (I Crónicas 19, 2)
Si he estado con vosotros no ha sido por pura benevolencia mía hacia vosotros, sino por voluntad de Dios. A él debéis bendecir todos los días, a él debéis cantar. (Tobías 12, 18)
ya que nuestra esclavitud no concluiría en benevolencia, sino que el Señor nuestro Dios la convertiría en deshonra. (Judit 8, 23)
Ester volvió a suplicar al rey, cayendo a sus pies, llorando y ganando su benevolencia, que anulara la maldad de Amán, el de Agag, y los proyectos que había concebido contra los judíos. (Ester 8, 3)
Porque, en efecto, Amán, hijo de Hamdatá, macedonio y, a la verdad, extraño a la raza de los persas y muy alejado de nuestra benevolencia, (Ester 16, 10)
¡Favorece a Sión en tu benevolencia, reconstruye las murallas de Jerusalén! (Salmos 51, 20)
pues el no tolerar por mucho tiempo a los impíos, de modo que pronto caigan en castigos, es señal de gran benevolencia. (II Macabeos 6, 13)
para que, obrando así, se librara de la muerte, y por su antigua amistad hacia ellos alcanzara benevolencia. (II Macabeos 6, 22)
Por tanto os exhorto y ruego que acordándoos de los beneficios recibidos en común y en particular, guardéis cada uno también con mi hijo la benevolencia que tenéis hacia mí. (II Macabeos 9, 26)
