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entraron con Noé en el arca sendas parejas de toda carne en que hay aliento de vida, (Génesis 7, 15)
y los que iban entrando eran macho y hembra de toda carne, como Dios se lo había mandado. Y Yahveh cerró la puerta detrás de Noé. (Génesis 7, 16)
El diluvio duró cuarenta días sobre la tierra. Crecieron las aguas y levantaron el arca que se alzó de encima de la tierra. (Génesis 7, 17)
Yahveh exterminó todo ser que había sobre la haz del suelo, desde el hombre hasta los ganados, hasta las sierpes y hasta las aves del cielo: todos fueron exterminados de la tierra, quedando sólo Noé y los que con él estaban en el arca. (Génesis 7, 23)
Acordóse Dios de Noé y de todos los animales y de los ganados que con él estaban en el arca. Dios hizo pasar un viento sobre la tierra y las aguas decrecieron. (Génesis 8, 1)
Se cerraron las fuentes del abismo y las compuertas del cielo, y cesó la lluvia del cielo. (Génesis 8, 2)
y en el mes séptimo, el día dieciesiete del mes, varó el arca sobre los montes de Ararat. (Génesis 8, 4)
y soltó al cuervo, el cual estuvo saliendo y retornando hasta que se secaron las aguas sobre la tierra. (Génesis 8, 7)
El año 601 de la vida de Noé, el día primero del primer mes, se secaron las aguas de encima de la tierra. Noé retiró la cubierta del arca, miró y he aquí que estaba seca la superficie del suelo. (Génesis 8, 13)
En el segundo mes, el día veintisiete del mes, quedó seca la tierra. (Génesis 8, 14)
Saca contigo todos los animales de toda especie que te acompañan, aves, ganados y todas las sierpes que reptan sobre la tierra. Que pululen sobre la tierra y sean fecundos y se multipliquen sobre la tierra.» (Génesis 8, 17)
Al aspirar Yahveh el calmante aroma, dijo en su corazón: «Nunca más volveré al maldecir el suelo por causa del hombre, porque las trazas del corazón humano son malas desde su niñez, ni volveré a herir a todo ser viviente como lo he hecho. (Génesis 8, 21)