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  • Luego tomarán otras piedras y las pondrán en lugar de las primeras; y también argamasa nueva para revocar la casa. (Levítico 14, 42)

  • hasta el día siguiente al séptimo sábado, contaréis cincuenta días y entonces ofreceréis a Yahveh una oblación nueva. (Levítico 23, 16)

  • Comeréis de cosecha añeja y llegaréis a echar la añeja para dar cabida a la nueva. (Levítico 26, 10)

  • Luego los escribas hablarán al pueblo y dirán: «¿Quién ha edificado una casa nueva y no la ha estrenado todavía? Váyase y vuelva a su casa, no sea que muera en el combate y la estrene otro hombre. (Deuteronomio 20, 5)

  • Cuando construyas una casa nueva, pondrás un pretil a tu azotea; así tu casa no incurrirá en la venganza de sangre en el caso de que alguno se cayera de allí. (Deuteronomio 22, 8)

  • Ahora, pues tomad y preparad una carreta nueva y dos vacas que estén criando y que no hayan llevado yugo; unciréis las vacas a la carreta y haréis volver sus becerros al establo. (I Samuel 6, 7)

  • Cortaron su cabeza y le despojaron de sus armas que hicieron pasear a la redonda por el país de los filisteos para anunciar la buena nueva a sus dioses y a su pueblo. (I Samuel 31, 9)

  • Cargaron el arca de Dios en una carreta nueva y la llevaron de la casa de Abinadab que está en la loma. Uzzá y Ajyó, hijos de Abinadab, conducían la carreta con el arca de Dios. (II Samuel 6, 3)

  • Había un campeón de los descendientes de Rafá; el peso de su lanza era de trescientos siclos de bronce, ceñía una espada nueva y se dijo: «Voy a matar a David.» (II Samuel 21, 16)

  • El dijo: «Traedme una olla nueva y poned sal en ella.» Y se la trajeron. (II Reyes 2, 20)

  • El sacerdote Jilquías, Ajicam, Akbor, Safán y Asaías fueron donde la profetisa Juldá, mujer de Sallum, hijo de Tiqvá, hijo de Jarjás, encargado del vestuario; vivía ella en Jerusalén, en la ciudad nueva. Ellos le hablaron (II Reyes 22, 14)

  • Y de su nueva mujer engendró a Yobab, Sibías, Mesá, Malckom, (I Crónicas 8, 9)


“É doce o viver e o penar para trazer benefícios aos irmãos e para tantas almas que, vertiginosamente, desejam se justificar no mal, a despeito do Bem Supremo.” São Padre Pio de Pietrelcina