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  • Nosotros por nuestra parte os escribimos: Vuestro ganado y vuestros bienes son nuestros, y los nuestros vuestros son. Damos orden de que se os envíe un mensaje en tal sentido.» (I Macabeos 12, 23)

  • Llegó, pues, Atenobio, el amigo del rey, a Jerusalén y al ver la magnificencia de Simón, su aparador con vajilla de oro y plata y todo el esplendor que le rodeaba, quedó asombrado. Le comunicó el mensaje del rey (I Macabeos 15, 32)

  • Mientras él yacía mudo y privado de toda esperanza de salvación, a causa del poder divino, (II Macabeos 3, 29)

  • Así comenzó entonces, herido, a abatir su excesivo orgullo y a llegar al verdadero conocimiento bajo el azote divino, en tensión a cada instante por los dolores. (II Macabeos 9, 11)

  • Aténte al dictado del rey, y por causa del juramento divino (Eclesiastés 8, 2)

  • Por el contrario, las llamas no consumían las carnes de los endebles animales que sobre ellas caminaban, ni fundían aquel alimento divino, parecido a la escarcha, tan fácil de derretirse. (Sabiduría 19, 21)

  • La oración del pobre va de su boca a los oídos de Dios, y el juicio divino no se deja esperar. (Eclesiástico 21, 5)

  • En cuanto a Egipto, es humano, no divino, y sus caballos, carne, y no espíritu; Yahveh extenderá su mano, tropezará el ayudador y caerá el ayudado y todos a una perecerán. (Isaías 31, 3)

  • Porque, en efecto, nos ha enviado a Babilonia un mensaje diciendo: "Es para largo. Edificad casas y habitadlas; plantad huertos y comed su fruto"» (Jeremías 29, 28)

  • «Envía este mensaje a todos los deportados: Así dice Yahveh respecto a Semaías el najlamita, por haberos profetizado sin haberle yo enviado, inspirándoos una falsa seguridad. (Jeremías 29, 31)

  • Y ellos dijeron a Jeremías: «Séanos Yahveh testigo veraz y leal, si no obramos conforme a cualquier mensaje que tu Dios Yahveh te envía para nosotros. (Jeremías 42, 5)

  • Hijo de hombre, di al príncipe de Tiro: Así dice el Señor Yahveh: ¡Oh!, tu corazón se ha engreído y has dicho: «Soy un dios, estoy sentado en un trono divino, en el corazón de los mares.» Tú que eres un hombre y no un dios, equiparas tu corazón al corazón de Dios. (Ezequiel 28, 2)


“Como é belo esperar!” São Padre Pio de Pietrelcina