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con lo que Jonatán y los suyos pudieron lanzarse al Jordán y ganar a nado la orilla opuesta. Sus enemigos no atravesaron el río en su persecución. (I Macabeos 9, 48)
Todos los sin ley se confabularon diciendo: «Jonatán y los suyos viven tranquilos y confiados. Hagamos, pues, venir ahora a Báquides y los prenderá a todos ellos en una sola noche.» (I Macabeos 9, 58)
y Báquides se puso en marcha con un fuerte ejército. Envió cartas secretas a sus alidados de Judea ordenándoles prender a Jonatán y a los suyos. Pero no pudieron, porque fueron conocidas sus intenciones, (I Macabeos 9, 60)
A continuación, Jonatán, Simón y los suyos se retiraron a Bet Basí, en el desierto, repararon lo que en aquella plaza estaba derruido y la fortificaron. (I Macabeos 9, 62)
Jonatán, dejando a su hermano Simón en la ciudad, salió por la región y fue con una pequeña tropa, (I Macabeos 9, 65)
Al saberlo, le envió Jonatán legados para concertar con él la paz y conseguir que les devolviera los prisioneros. (I Macabeos 9, 70)
Báquides aceptó y accedió a las peticiones de Jonatán. Se comprometió con juramento a no hacerle mal en todos los días de su vida, (I Macabeos 9, 71)
Así descansó la espada en Israel. Jonatán se estableció en Mikmas, comenzó a juzgar al pueblo e hizo desaparecer de Israel a los impíos. (I Macabeos 9, 73)
Envió también Demetrio una carta amistosa a Jonatán en que prometía engrandecerle, (I Macabeos 10, 3)
porque se decía: «Adelantémonos a hacer la paz con ellos antes que Jonatán la haga con Filipo contra nosotros, (I Macabeos 10, 4)
Jonatán fue a Jerusalén y leyó la carta a oídos de todo el pueblo y de los que ocupaban la Ciudadela. (I Macabeos 10, 7)
La gente de la Ciudadela entregó los rehenes a Jonatán y él los devolvió a sus padres. (I Macabeos 10, 9)