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Los nefilim existían en la tierra por aquel entonces (y también después), cuando los hijos de Dios se unían a las hijas de los hombres y ellas les daban hijos: estos fueron los héroes de la antigüedad, hombres famosos. (Génesis 6, 4)
José tuvo que darse prisa, porque le daban ganas de llorar de emoción por su hermano, y entrando en el cuarto lloró allí. (Génesis 43, 30)
Sentáronse, pues, delante de él por orden de antigüedad, de mayor a menor, y unos a otros se daban muestras de asombro. (Génesis 43, 33)
10.000 hombres elegidos de todo Israel llegaron frente a Guibeá. El combate se endureció; los benjaminitas no se daban cuenta de la calamidad que se les venía encima. (Jueces 20, 34)
Cuando los hombres de Israel que estaban del lado frontero del valle y del otro lado del Jordán vieron que las tropas de Israel se daban a la fuga y que Saúl y sus hijos habían muerto, abandonaron sus ciudades y huyeron; vinieron los filisteos y se establecieron en ellas. (I Samuel 31, 7)
Debajo del borde había calabazas todo en derredor; daban vuelta al Mar a largo de treinta codos; había dos filas de calabazas fundidas en una sola pieza. (I Reyes 7, 24)
Viendo todos los hombres de Israel, que estaban en el valle, que las tropas de Israel se daban a la fuga y que Saúl y sus hijos habían muerto, abandonaron sus ciudades y huyeron; vinieron los filisteos y se establecieron en ellas. (I Crónicas 10, 7)
El rey y Yehoyadá se lo daban a los encargados de las obras del servicio de la Casa de Yahveh, y éstos tomaban a sueldo canteros y carpinteros para restaurar la Casa de Yahveh, y también a los que trabajaban en hierro y bronce, para reparar la Casa de Yahveh. (II Crónicas 24, 12)
Cuando una joven se presentaba al rey, le daban cuanto pedía y lo llevaba consigo del harén al palacio real. (Ester 2, 13)
después de atacarlos con ímpetu, se apoderaron de las posiciones e hicieron retroceder a todos los que combatían sobre la muralla; daban muerte a cuantos caían en sus manos. Mataron por lo menos 20.000. (II Macabeos 10, 17)
les daban gracias porque agraviados no se vengaban y les pedían perdón por su conducta hostil. (Sabiduría 18, 2)
Aquí y allá tendidos, ya moribundos, daban a conocer la causa de su muerte, (Sabiduría 18, 18)