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  • Aquel mismo día se hizo el recuento de los benjaminitas provenientes de las diversas ciudades, y resultaron en total veinticinco mil hombres armados de espada, sin contar a los habitantes de Guibeá. (Jueces 20, 15)

  • y entonces ellos presentarían batalla. Cuando Benjamín comenzó a matar a algunos israelitas, unos treinta hombres en total, pensó: "Ya los tenemos completamente derrotados, como en el primer combate". (Jueces 20, 39)

  • Aquel día cayeron en total veinticinco mil benjaminitas, todos ellos guerreros armados de espada. (Jueces 20, 46)

  • Luego Saúl y toda la tropa que lo acompañaba se reunieron y avanzaron hacia el lugar del combate: allí los filisteos habían desenvainado la espada unos contra otros, y la confusión era total. (I Samuel 14, 20)

  • También hubo un combate en Gat. Allí había un hombre de enorme estatura, que tenía seis dedos en cada mano y seis en cada pie, veinticuatro en total. También él era descendiente de Rafá. (II Samuel 21, 20)

  • Urías, el hitita. Eran treinta y siete en total. (II Samuel 23, 39)

  • -es decir, a sus descendientes, que habían quedado después de ellos en el país, porque los israelitas no habían podido consagrarlos al exterminio total- Salomón les impuso trabajos forzados hasta el día de hoy. (I Reyes 9, 21)

  • Tú has oído, seguramente, lo que hicieron los reyes de Asiria a todos los países, al consagrarlos al exterminio total. ¿Y tú te vas a librar? (II Reyes 19, 11)

  • Tamar, la nuera de Judá, tuvo de él a Peres y a Zéraj. Los hijos de Judá fueron cinco en total. (I Crónicas 2, 4)

  • Los hijos de Zéraj fueron Zimrí, Etán, Hemán, Calcol y Dardá: cinco en total. (I Crónicas 2, 6)

  • Sus hermanas fueron Seruiá y Abigail. Los hijos de Seruiá fueron Abisai, Joab y Asahel: tres en total. (I Crónicas 2, 16)

  • pero Guesur y Arám le quitaron los campamentos de Iaír, y además, Quenat y sus poblados: sesenta ciudades en total. Todos ellos eran descendientes de Maquir, padre de Galaad. (I Crónicas 2, 23)


“Imitemos o coração de Jesus, especialmente na dor, e assim nos conformaremos cada vez mais e mais com este coração divino para que, um dia, lá em cima no Céu, também nós possamos glorificar o Pai celeste ao lado daquele que tanto sofreu”. São Padre Pio de Pietrelcina