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  • Antíoco envió a Apolonio, jefe de los mercenarios de Misia, con un ejército de veintidós mil soldados, dándole la orden de degollar a todos los hombres adultos y de vender a las mujeres y a los niños. (II Macabeos 5, 24)

  • Entonces hizo pasar al filo de la espada a todos los que habían salido a ver el espectáculo. Luego dio una batida por la ciudad con los soldados armados y mató a una gran muchedumbre. (II Macabeos 5, 26)

  • Nicanor calculaba que, con la venta de los judíos prisioneros, podría pagar el tributo del rey a los romanos, que ascendía a dos mil talentos. (II Macabeos 8, 10)

  • Y el que había pretendido pagar el tributo a los romanos con la venta de los prisioneros de Jerusalén, pregonaba que los judíos tenían un Defensor y que eran invulnerables porque seguían las leyes prescritas por él. (II Macabeos 8, 36)

  • Así perecieron veinte mil quinientos soldados y seiscientos jinetes. (II Macabeos 10, 31)

  • Y lanzándose como leones contra los enemigos, derribaron a once mil soldados y a mil seiscientos jinetes, y a todos los demás los obligaron a huir. (II Macabeos 11, 11)

  • También los romanos enviaron a los judíos la siguiente carta: "Quinto Memio y Tito Manio, legados de los romanos, saludan al pueblo de los judíos. (II Macabeos 11, 34)

  • Luego el Macabeo distribuyó su ejército en batallones; puso al frente a aquellos dos capitanes y se dirigió contra Timoteo, que había reunido ciento veinte mil soldados y dos mil quinientos jinetes. (II Macabeos 12, 20)

  • Este salió a atacarlos con tres mil soldados y cuatrocientos jinetes, (II Macabeos 12, 33)

  • y que con él venía Lisias, su tutor y encargado de los asuntos de Estado. Ambos conducían un ejército griego de ciento diez mil soldados, cinco mil trescientos jinetes, veintidós elefantes y trescientos carros armados de cuchillas. (II Macabeos 13, 2)

  • Nicanor, queriendo poner en evidencia la hostilidad que profesaba contra los judíos, envió más de quinientos soldados para detenerlo, (II Macabeos 14, 39)

  • Así trata también a los seiscientos mil soldados que se amotinaron por la dureza de su corazón. (Eclesiástico 16, 10)


“Mesmo a menor transgressão às leis de Deus será levada em conta.” São Padre Pio de Pietrelcina