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Samuel aún no conocía al Señor, y la palabra del Señor todavía no le había sido revelada. (I Samuel 3, 7)
El mensajero respondió: "Israel huyó delante de los filisteos, y el pueblo ha sufrido un gran desastre; han muerto tus hijos Jofní y Pinjás, y el Arca de Dios ha sido capturada". (I Samuel 4, 17)
Y puso al niño el nombre de Icabod, diciendo: "La gloria ha sido desterrada de Israel", en alusión a la captura del Arca de Dios y a la muerte de su suegro y de su marido. (I Samuel 4, 21)
Saúl respondió a su tío: "Nos dijo solamente que las asnas habían sido halladas". Pero no le contó nada de lo que había dicho Samuel sobre el asunto del reino. (I Samuel 10, 16)
Si hoy la tropa hubiera comido del botín arrebatado al enemigo, ¡cuánto mayor habría sido la derrota de los filisteos!". (I Samuel 14, 30)
Entonces Saúl avisó a los quenitas: "¡Vamos, retírense de en medio de los amalecitas y bajen, no sea que los trate igual que a ellos! Porque ustedes han sido benévolos con todos los israelitas, cuando bajaban de Egipto". Así los quenitas se retiraron de en medio de Amalec. (I Samuel 15, 6)
Saúl se enteró de que David y sus compañeros habían sido descubiertos. Él se encontraba entonces en Guibeá, sentado debajo del tamarisco del lugar alto; tenía su espada en la mano y todos sus servidores estaban de pie en torno de él. (I Samuel 22, 6)
Sin embargo, esos hombres han sido muy buenos con nosotros. Nunca nos molestaron, ni perdimos nada durante todo el tiempo que anduvimos con ellos, cuando estábamos en campo abierto. (I Samuel 25, 15)
Saúl exclamó entonces: "¡He pecado! ¡Vuelve, David, hijo mío! Ya no te haré ningún mal, porque hoy mi vida ha sido preciosa a tus ojos. ¡Sí, he sido un necio, me he equivocado por completo!". (I Samuel 26, 21)
Al llegar a la ciudad, David y sus hombres vieron que había sido incendiada, y que sus mujeres, sus hijos y sus hijas habían sido llevados cautivos. (I Samuel 30, 3)
Las dos mujeres de David -Ajinóam de Izreel y Abigail, la esposa de Nabal, el de Carmel- también habían sido capturadas. (I Samuel 30, 5)
Los arameos, al ver que habían sido vencidos, concentraron sus tropas, (II Samuel 10, 15)
