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En seguida salió del Templo otro Ángel y gritó con voz potente al que estaba sentado sobre la nube: «Empuña tu hoz y siega, porque ha llegado el tiempo de la cosecha y los sembrados de la tierra están maduros». (Apocalipsis 14, 15)
Y salió del altar otro Ángel -el que tiene poder sobre el fuego- y gritó con voz potente al que tenía la hoz afilada: «Empuña tu hoz y cosecha los racimos de la viña de la tierra, porque han llegado a su madurez». (Apocalipsis 14, 18)
El Ángel pasó la hoz afilada sobre la tierra, cosechó la viña y arrojó los racimos en la inmensa cuba de la ira de Dios. (Apocalipsis 14, 19)
La cuba fue pisoteada en las afueras de la ciudad, y de la cuba salió tanta sangre, que llegó a la altura de los frenos de los caballos en una extensión de unos trescientos kilómetros. (Apocalipsis 14, 20)
También vi como un mar de cristal, mezclado de fuego. Los que habían vencido a la Bestia, a su imagen y la cifra de su nombre, estaban de pie sobre el mar, teniendo en sus manos grandes arpas, (Apocalipsis 15, 2)
y cantaban el canto de Moisés, el servidor de Dios, y el canto del Cordero, diciendo: «¡Grandes y admirables son tus obras, Señor, Dios todopoderoso; justos y verdaderos son tus caminos, Rey de los pueblos! ¿Quién dejará de temerte, Señor, quién no alabará tu Nombre? (Apocalipsis 15, 3)
De él salieron los siete Ángeles que tenían las siete plagas, y estaban vestidos de lino puro y resplandeciente, y ceñidos con cinturones de oro. (Apocalipsis 15, 6)
Entonces, uno de los cuatro Seres Vivientes entregó a los siete Ángeles siete copas colmadas de la ira del Dios que vive por los siglos de los siglos. (Apocalipsis 15, 7)
Y el Templo se llenó del humo que procede de la gloria de Dios y de su poder, de manera que nadie pudo entrar al Templo hasta que cesaron las siete plagas de los siete Ángeles. (Apocalipsis 15, 8)
Y oí una voz potente que provenía del Templo y ordenaba a los siete Ángeles: «Vayan y derramen sobre la tierra las siete copas de la ira de Dios». (Apocalipsis 16, 1)
El primer Ángel fue y derramó su copa sobre la tierra, provocando una llaga maligna y dolorosa en todos los hombres que llevaban la marca de la Bestia y adoraban su imagen. (Apocalipsis 16, 2)
El segundo derramó su copa sobre el mar: este se convirtió en sangre, como si se hubiera cometido un crimen, y perecieron todos los seres vivientes que había en el mar. (Apocalipsis 16, 3)