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¡Fariseo ciego! Limpia primero la copa por dentro, y así también quedará limpia por fuera. (Mateo 23, 26)
Un fariseo invitó a Jesús a comer con él. Jesús entró en la casa y se sentó a la mesa. (Lucas 7, 36)
Entonces una mujer pecadora que vivía en la ciudad, al enterarse de que Jesús estaba comiendo en casa del fariseo, se presentó con un frasco de perfume. (Lucas 7, 37)
Al ver esto, el fariseo que lo había invitado pensó: «Si este hombre fuera profeta, sabría quién es la mujer que lo toca y lo que ella es: ¡una pecadora!». (Lucas 7, 39)
Cuando terminó de hablar, un fariseo lo invitó a cenar a su casa. Jesús entró y se sentó a la mesa. (Lucas 11, 37)
El fariseo se extrañó de que no se lavara antes de comer. (Lucas 11, 38)
«Dos hombres subieron al Templo para orar: uno era fariseo y el otro, publicano. (Lucas 18, 10)
El fariseo, de pie, oraba en voz baja: "Dios mío, te doy gracias porque no soy como los demás hombres, que son ladrones, injustos y adúlteros; ni tampoco como ese publicano. (Lucas 18, 11)
Pero un fariseo, llamado Gamaliel, que era doctor de la Ley, respetado por todo el pueblo, se levantó en medio del Sanedrín. Después de hacer salir por un momento a los Apóstoles, (Hechos 5, 34)
Pablo, sabiendo que había dos partidos, el de los saduceos y el de los fariseos, exclamó en medio del Sanedrín: «Hermanos, yo soy fariseo, hijo de fariseos, y ahora me están juzgando a causa de nuestra esperanza en la resurrección de los muertos». (Hechos 23, 6)
Ellos me conocen desde hace mucho tiempo y si quieren, pueden atestiguar que he vivido como fariseo, es decir, siguiendo la secta más rígida de nuestra religión. (Hechos 26, 5)
circuncidado al octavo día; de la raza de Israel y de la tribu de Benjamín; hebreo, hijo de hebreos; en cuanto a la Ley, un fariseo; (Filipenses 3, 5)