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Ellos entregaron a Jacob todos los dioses extraños que tenían consigo y los aros que llevaban en sus orejas, y Jacob los enterró debajo de la encina que está cerca de Siquém. (Génesis 35, 4)
En-tonces todos se quitaron sus aros y se los entregaron a Aarón. (Exodo 32, 3)
Moisés transmitió esta orden a los israelitas, y todos los jefes de las familias patriarcales le entregaron una vara cada uno: eran doce en total. Entre ellas estaba la vara de Aarón. (Números 17, 21)
Ellos les entregaron las ciudades de la tribu de Judá y de la tribu de Simeón que se nombran más adelante. (Josué 21, 9)
Ellos fueron a Ofir, y trajeron de allí cuatrocientos veinte talentos de oro, que entregaron a Salomón. (I Reyes 9, 28)
Y una vez pasado el mediodía, se entregaron al delirio profético hasta la hora en que se ofrece la oblación. Pero no se oyó ninguna voz, ni hubo nadie que respondiera o prestara atención. (I Reyes 18, 29)
Luego el secretario Safán se presentó ante el rey, y le informó, diciendo: "Tus servidores han volcado la plata que se encontraba en la Casa y se la entregaron a los que dirigen las obras, a los encargados de supervisar la Casa del Señor". (II Reyes 22, 9)
Ellos les entregaron, mediante un sorteo, las ciudades de las tribus de Judá, de Simeón y de Benjamín antes mencionadas. (I Crónicas 6, 50)
Entonces los jefes de familia, los jefes de las tribus de Israel, los jefes de mil y de cien hombres, y los encargados de las obras del rey, entregaron espontáneamente sus ofrendas, (I Crónicas 29, 6)
Los que tenían piedras preciosas, las entregaron en manos de Iejiel, el gersonita, para el tesoro de la Casa del Señor. (I Crónicas 29, 8)
Jirám, por medio de sus servidores, le envió una flota y algunos marineros, buenos conocedores del mar. Ellos fueron a Ofir con los servidores de Salomón, y trajeron de allí cuatrocientos talentos de oro, que entregaron al rey Salomón. (II Crónicas 8, 18)
Combatió contra el rey de los amonitas y lo venció. Aquel año, los amonitas le entregaron cien talentos de plata, diez mil medidas de trigo y diez mil de cebada. Lo mismo le pagaron el segundo y el tercer año. (II Crónicas 27, 5)