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  • Saúl dijo a su servidor: "Está bien, vamos". Y se fueron a la ciudad donde estaba el hombre de Dios. (I Samuel 9, 10)

  • Si ustedes temen al Señor y lo sirven, si escuchan su voz y no se muestran rebeldes a las órdenes del Señor, si ustedes mismos y el rey que reina sobre ustedes siguen al Señor, todo irá bien. (I Samuel 12, 14)

  • Entonces le avisaron a Saúl: "El pueblo está pecando contra el Señor, porque come carne con sangre". Él replicó: "¡Ustedes son unos traidores! Hagan rodar hasta aquí, ahora mismo, una piedra bien grande". (I Samuel 14, 33)

  • Saúl respondió a sus servidores: "Sí, búsquenme un hombre que toque bien y tráiganlo". (I Samuel 16, 17)

  • Entonces intervino uno de sus servidores, diciendo: "Justamente he visto a un hijo de Jesé, el de Belén, que sabe tocar. Además, es valiente y hábil guerrero; habla muy bien, tiene buena presencia y el Señor está con él". (I Samuel 16, 18)

  • Luego mandó decir a Jesé: "Que David se quede a mi servicio porque me ha caído bien". (I Samuel 16, 22)

  • Estos diez quesos se los entregarás al comandante. Fíjate bien cómo están tus hermanos y trae algo de ellos como prenda. (I Samuel 17, 18)

  • Luego tomó en la mano su bastón, eligió en el torrente cinco piedras bien lisas, las puso en su bolsa de pastor, en la mochila, y con la honda en la mano avanzó hacia el filisteo. (I Samuel 17, 40)

  • Siempre que salía de campaña, enviado por Saúl, David tenía éxito. Entonces Saúl lo puso al frente de sus hombres de guerra. David era bien visto por todo el pueblo y también por los servidores de Saúl. (I Samuel 18, 5)

  • Al ver que todo le salía bien, Saúl le tuvo miedo, (I Samuel 18, 15)

  • Pero David insistió: "Tu padre sabe muy bien que yo te he caído en gracia, y habrá pensado: ‘Que Jonatán no se entere, no sea que se entristezca’. Sin embargo, ¡por la vida del Señor y por tu propia vida, estoy a un paso de la muerte!". (I Samuel 20, 3)

  • Si él dice: ‘Está bien’, tu servidor podrá sentirse tranquilo. Pero si se pone furioso, sabrás que él ha decidido mi ruina. (I Samuel 20, 7)


“Pobres e desafortunadas as almas que se envolvem no turbilhão de preocupações deste mundo. Quanto mais amam o mundo, mais suas paixões crescem, mais queimam de desejos, mais se tornam incapazes de atingir seus objetivos. E vêm, então, as inquietações, as impaciências e terríveis sofrimentos profundos, pois seus corações não palpitam com a caridade e o amor. Rezemos por essas almas desafortunadas e miseráveis, para que Jesus, em Sua infinita misericórdia, possa perdoá-las e conduzi-las a Ele.” São Padre Pio de Pietrelcina