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Ella no reconoció que era yo el que le daba el trigo, el vino nuevo y el aceite fresco; el que le prodigaba la plata y el oro que ellos emplearon para Baal. (Oseas 2, 10)
Aquel día -oráculo del Señor- tú me llamarás: "Mi Esposo" y ya no me llamarás: "Mi Baal". (Oseas 2, 18)
Como uvas en el desierto, yo encontré a Israel; como una breva en la higuera, al comienzo de la estación, yo vi a sus padres. Pero, al llegar a Baal Peor, se consagraron a la Ignominia y se hicieron abominables como el objeto de su amor. (Oseas 9, 10)
Cuando hablaba Efraím cundía el terror, él se había encumbrado en Israel, pero se hizo culpable a causa de Baal y murió. (Oseas 13, 1)
Extenderé mi mano contra Judá y contra todos los habitantes de Jerusalén; extirparé de este lugar todo lo que queda de Baal, el nombre de sus ministros y a los sacerdotes junto con ellos. (Sofonías 1, 4)
Nuestros padres adoraron en esta montaña, y ustedes dicen que es en Jerusalén donde se debe adorar». (Juan 4, 20)
Entre los que habían subido para adorar durante la fiesta, había unos griegos (Juan 12, 20)
¿Y qué le respondió el oráculo divino?: Me he reservado siete mil hombres que no doblaron su rodilla ante Baal. (Romanos 11, 4)
Y el resto de los hombres que no habían sido dañados por las plagas, no se arrepintieron de sus obras ni dejaron de adorar a los demonios y a los ídolos de oro, de plata, de bronce, de piedra y de madera, que son incapaces de ver, de oír y de caminar. (Apocalipsis 9, 20)
Entonces los veinticuatro Ancianos y los cuatro Seres Vivientes se postraron para adorar a Dios, que está sentado en el trono, y exclamaban: «¡Amén, aleluya!». (Apocalipsis 19, 4)
Entonces yo caí a sus pies para adorarlo, pero él me advirtió: «¡Cuidado! No lo hagas, porque yo soy tu compañero de servicio y el de tus hermanos que poseen el testimonio de Jesús. El testimonio de Jesús es el espíritu profético. ¡Es a Dios a quien debes adorar!». (Apocalipsis 19, 10)
Pero él me dijo: «¡Cuidado! No lo hagas, porque yo soy tu compañero de servicio, el de tus hermanos los profetas, y el de todos aquellos que conservan fielmente las palabras de este Libro. ¡Es a Dios a quien debes adorar!». (Apocalipsis 22, 9)
