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  • Entonces David dijo a sus hombres: "Que cada uno se ciña su espada". Ellos se ciñeron cada uno su espada, y también David se ciñó la suya. Luego, unos cuatrocientos hombres subieron detrás de David, y los otros doscientos se quedaron con el equipaje. (I Samuel 25, 13)

  • Saúl dijo a su escudero: "Saca tu espada y traspásame, no sea que esos incircuncisos vengan a traspasarme, para vergüenza mía". Pero su escudero no quiso hacerlo, porque tenía mucho miedo. Entonces Saúl tomó la espada y se dejó caer sobre ella. (I Samuel 31, 4)

  • Al ver que Saúl estaba muerto, también su escudero se echó sobre su espada y murió junto a él. (I Samuel 31, 5)

  • Se lamentaron, lloraron y ayunaron hasta el atardecer por Saúl, por su hijo Jonatán, por el pueblo del Señor y por la casa de Israel, porque habían caído al filo de la espada. (II Samuel 1, 12)

  • ¡El arco de Jonatán no retrocedió jamás, nunca fallaba la espada de Saúl! (II Samuel 1, 22)

  • Cada uno tomó por la cabeza a su adversario y le hundió la espada en el costado, de manera que cayeron todos al mismo tiempo. Por eso a aquel lugar, que está junto a Gabaón, se lo llamó "Campo de los costados". (II Samuel 2, 16)

  • ¡Que ella recaiga sobre Joab y sobre toda la casa de su padre! ¡Que nunca falten en la casa de Joab quienes padezcan de blenorrea y de lepra, ni afeminados, ni muertos por la espada, ni hambrientos!". (II Samuel 3, 29)

  • David respondió al mensajero: "Esto es lo que dirás a Joab: ‘No te preocupes por lo que ha sucedido. La espada devora hoy a este y mañana a aquel. Intensifica el ataque contra la ciudad, y destrúyela’. Así le devolverás el ánimo". (II Samuel 11, 25)

  • ¿Por qué entonces has despreciado la palabra del Señor, haciendo lo que es malo a sus ojos? ¡Tú has matado al filo de la espada a Urías, el hitita! Has tomado por esposa a su mujer, y a él lo has hecho morir bajo la espada de los amonitas. (II Samuel 12, 9)

  • Por eso, la espada nunca más se apartará de tu casa, ya que me has despreciado y has tomado por esposa a la mujer de Urías, el hitita. (II Samuel 12, 10)

  • dijo a todos sus servidores que estaban con él en Jerusalén: "¡Rápido, huyamos! Si Absalón se nos pone delante, no tendremos escapatoria. ¡Apúrense a partir, no sea que él nos sorprenda, que precipite la desgracia sobre nosotros y pase la ciudad al filo de la espada!". (II Samuel 15, 14)

  • Desde allí el combate se extendió a toda la región, y el bosque devoró aquel día más gente que la espada. (II Samuel 18, 8)


“Comunguemos com santo temor e com grande amor.” São Padre Pio de Pietrelcina