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Jesús, que había oído, les dijo: «No son los sanos los que tienen necesidad del médico, sino los enfermos. Yo no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores». (Marcos 2, 17)
Y no pudo hacer allí ningún milagro, fuera de curar a unos pocos enfermos, imponiéndoles las manos. (Marcos 6, 5)
expulsaron a muchos demonios y curaron a numerosos enfermos, ungiéndolos con óleo. (Marcos 6, 13)
y comenzaron a recorrer toda la región para llevar en camilla a los enfermos, hasta el lugar donde sabían que él estaba. (Marcos 6, 55)
En todas partes donde entraba, pueblos, ciudades y poblados, ponían a los enfermos en las plazas y le rogaban que los dejara tocar tan sólo los flecos de su manto, y los que lo tocaban quedaban curados. (Marcos 6, 56)
podrán tomar a las serpientes con sus manos, y si beben un veneno mortal no les hará ningún daño; impondrán las manos sobre los enfermos y los curarán». (Marcos 16, 18)
Al atardecer, todos los que tenían enfermos afectados de diversas dolencias se los llevaron, y él, imponiendo las manos sobre cada uno de ellos, los curaba. (Lucas 4, 40)
Pero Jesús tomó la palabra y les dijo: «No son los sanos los que tienen necesidad del médico, sino los enfermos. (Lucas 5, 31)
Y los envió a proclamar el Reino de Dios y a sanar a los enfermos, (Lucas 9, 2)
Fueron entonces de pueblo en pueblo, anunciando la Buena Noticia y curando enfermos en todas partes. (Lucas 9, 6)
curen a sus enfermos y digan a la gente: "El Reino de Dios está cerca de ustedes". (Lucas 10, 9)
Bajo estos pórticos yacía una multitud de enfermos, ciegos, lisiados y paralíticos, que esperaban la agitación del agua. (Juan 5, 3)
