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  • ¿Quién hirió mortalmente a Abimélec, hijo de Ierubaal? ¿No fue una mujer la que le arrojó una piedra de molino desde lo alto del muro, y así él murió en Tébes? ¿Por qué se acercaron tanto a la muralla?’, entonces tú le dirás: ‘También ha muerto tu servidor Urías, el hitita’". (II Samuel 11, 21)

  • y cruzaron el vado, para hacer pasar a la familia del rey y complacer todos sus deseos. En cuanto a Simei, se arrojó a los pies del rey cuando este iba a cruzar el Jordán, (II Samuel 19, 19)

  • Mientras tanto, Amasá, bañado en sangre, se revolcaba en medio del camino. Al ver que todos se detenían, aquel hombre retiró a Amasá del camino y arrojó sobre él un manto, porque veía que todos los que llegaban junto a él se paraban. (II Samuel 20, 12)

  • arrojó flechas y los dispersó, lanzó rayos y sembró la confusión. (II Samuel 22, 15)

  • y le dijeron: "Hay aquí, entre tus servidores, cincuenta hombres valientes. Deja que vayan a buscar a tu señor; tal vez el espíritu del Señor se lo llevó y lo arrojó sobre alguna montaña o en algún valle". Él replicó: "No envíen a nadie". (II Reyes 2, 16)

  • demolieron las ciudades y cada uno arrojó su piedra en los campos fértiles, hasta llenarlos de ellas; cegaron todas las fuentes de agua y talaron los mejores árboles. Al fin, cuando ya no quedó más que Quir Jaréset, los honderos la cercaron y la atacaron. (II Reyes 3, 25)

  • Eliseo dijo: "Traigan harina". Él la arrojó en la olla y agregó: "Sírvele a esta gente, para que coman". Y ya no había nada malo en la olla. (II Reyes 4, 41)

  • El hombre de Dios dijo: "¿Dónde cayó?". Él le mostró el lugar, y Eliseo partió un pedazo de madera; lo arrojó allí, y el hacha salió a flote. (II Reyes 6, 6)

  • El Señor se irritó tanto contra Israel, que lo arrojó lejos de su presencia. Sólo quedó la tribu de Judá. (II Reyes 17, 18)

  • Y el Señor rechazó a toda la raza de Israel: los humilló y entregó en manos de salteadores, hasta que al fin los arrojó lejos de su presencia. (II Reyes 17, 20)

  • Sacó del Templo del Señor el poste sagrado, y lo llevó fuera de Jerusalén, al torrente Cedrón; allí lo quemó hasta reducirlo a polvo, y arrojó el polvo a la fosa común. (II Reyes 23, 6)

  • El rey derribó los altares que estaban sobre las terrazas de la habitación alta de Ajaz, construidos por los reyes de Judá, y también los que había hecho Manasés en los dos atrios de la Casa del Señor; allí mismo los destrozó y arrojó el polvo en el torrente Cedrón. (II Reyes 23, 12)


“A divina bondade não só não rejeita as almas arrependidas, como também vai em busca das almas teimosas”. São Padre Pio de Pietrelcina