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  • David alzó los ojos, y vio al Ángel del Señor erguido entre la tierra y el cielo, con su espada desenvainada en la mano, apuntando hacia Jerusalén. David y los ancianos, vestidos de sayales, cayeron con el rostro en tierra, (I Crónicas 21, 16)

  • Entonces mi pueblo humillado gritó de alegría y los otros se llenaron de espanto; mis débiles lanzaron gritos de triunfo y ellos quedaron aterrados; mi pueblo alzó su voz y ellos se dieron a la fuga. (Judit 16, 11)

  • Entonces alzó su rostro encendido de majestad y, en un arrebato de ira, lanzó una mirada fulminante. La reina se sintió desvanecer: débil como estaba, cambió de color y reclinó su cabeza sobre la dama de honor que la precedía. (Ester 15, 10)

  • Luego alzó el cetro de oro y lo puso sobre el cuello de Ester, la besó y le dijo: "Háblame". (Ester 15, 15)

  • Ando ensombrecido y sin consuelo, me alzo en la asamblea y pido auxilio. (Job 30, 28)

  • de su nariz se alzó una humareda, de su boca, un fuego abrasador, y arrojaba carbones encendidos. (Salmos 18, 9)

  • El Señor, al oírlos, se indignó, y un fuego se encendió contra Jacob; su enojo se alzó contra Israel, (Salmos 78, 21)

  • Pero él alzó la mano y les juró que los haría morir en el desierto, (Salmos 106, 26)

  • Después de su muerte, todavía profetizó y anunció su fin al rey; alzó su voz desde el seno de la tierra, y profetizó para borrar la iniquidad del pueblo. (Eclesiástico 46, 20)

  • El Señor de los ejércitos blandirá el látigo contra él, como cuando golpeó a Madián en la roca de Oreb, y alzará su vara sobre el mar, como la alzó en Egipto. (Isaías 10, 26)

  • Yo oí al hombre vestido de lino que estaba sobre las aguas del río. Él alzó su mano derecha, y su mano izquierda hacia el cielo y juró por aquel que vive eternamente: "Pasará un tiempo, dos tiempos y la mitad de un tiempo; y cuando se haya acabado de aplastar la fuerza del pueblo santo, se acabarán también todas estas cosas". (Daniel 12, 7)


“Não há nada mais inaceitável do que uma mulher caprichosa, frívola e arrogante, especialmente se é casada. Uma esposa cristã deve ser uma mulher de profunda piedade em relação a Deus, um anjo de paz na família, digna e agradável em relação ao próximo.” São Padre Pio de Pietrelcina