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Al ver Yavé que Lía no era querida, le concedió ser fecunda, mientras que Raquel era estéril. (Génesis 29, 31)
y dijo Lía: «¡Felicidad! Las mujeres me felicitarán. » Y le llamó Aser. (Génesis 30, 13)
Entonces Dios se acordó de Raquel, oyó sus ruegos y le concedió ser fecunda. (Génesis 30, 22)
Dame mis esposas y mis hijos, por quienes te he servido, y déjame partir, pues bien sabes con qué fidelidad te he servido.» (Génesis 30, 26)
Jacob respondió: «Tú sabes cómo te he servido, y cómo le fue a tu rebaño conmigo. (Génesis 30, 29)
Hoy voy a revisar tus rebaños y pondré aparte todos los corderos negros, y también todos los cabritos manchados y rayados, y éste será mi salario. (Génesis 30, 32)
Comprobarás mi honradez el día de mañana cuando quieras verificar personalmente lo que me llevo. Todo lo que no sea manchado o rayado entre las cabras, ni negro entre los corderos, será considerado como un robo de mi parte.» (Génesis 30, 33)
Y el hombre se hizo muy rico, pues tenía grandes rebaños, muchos servidores y sirvientas, camellos y burros. (Génesis 30, 43)
Ustedes saben muy bien que he servido a su padre con todas mis fuerzas, (Génesis 31, 6)
Cuando él decía: "Las crías manchadas serán para ti", todas las ovejas parían corderitos manchados. Y si decía: "Las rayadas serán tu sueldo", todo el rebaño tenía corderitos rayados. (Génesis 31, 8)
Ya llevo veinte años en tu casa. Catorce te serví por tus dos hijas y seis por tus rebaños, y tú has cambiado mi salario diez veces. (Génesis 31, 41)
Si tratas mal a mis hijas o si tomas otras mujeres fuera de ellas, no serán los hombres los que te juzguen, sino Dios que es testigo de nuestro pacto.» (Génesis 31, 50)