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Estas son las últimas palabras de David: «Oráculo de David, hijo de Jesé, oráculo del hombre puesto en alto, del ungido del Dios de Jacob, del cantor de los salmos de Israel. (2 Samuel 23, 1)
En cuanto los obreros pusieron los cimientos del santuario de Yavé, se presentaron los sacerdotes, revestidos de lino fino, con trompetas, y los levitas hijos de Asaf, con címbalos, para cantar a Yavé los Salmos de David, rey de Israel. (Esdras 3, 10)
¡Señor, levántate, muestra tu poder y cantaremos con salmos tus proezas! (Salmos 21, 14)
canten, canten a Dios; entonen salmos a nuestro rey; (Salmos 47, 7)
Aclamen a Dios en toda la tierra, canten salmos a su glorioso nombre, hagan alarde de sus alabanzas. (Salmos 66, 2)
Entonces te daré gracias al son del arpa por tu fidelidad, oh Dios. Con la cítara te entonaré salmos, oh Santo de Israel. (Salmos 71, 22)
Yo podría alargarme, no terminaría, cantaré salmos al Dios de Jacob: (Salmos 75, 10)
Entonen los salmos y toquen los tambores, la melodiosa cítara y la lira! (Salmos 81, 3)
No consultes jamás a una mujer sobre su rival; a un cobarde a propósito de la guerra; a un negociante sobre una tasa de interés; a un comprador si vendes algo; a un envidioso si se trata de un agradecimiento; a un flojo sobre algo que hay que hacer; a un jornalero por el fin de su trabajo; a un sirviente holgazán por un trabajo pesado. (Sirácides (Eclesiástico) 37, 11)
Después de cantar los salmos, partieron para el monte de los Olivos. (Evangelio según San Mateo 26, 30)
Porque David mismo dice en el libro de los Salmos: Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi derecha (Evangelio según San Lucas 20, 42)
Jesús les dijo: «Todo esto se lo había dicho cuando estaba todavía con ustedes; tenía que cumplirse todo lo que está escrito en la Ley de Moisés, en los Profetas y en los Salmos referente a mí.» (Evangelio según San Lucas 24, 44)