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Si él quiere despacha la nieve y apresura a los relámpagos para que ejecuten sus sentencias. (Sirácides (Eclesiástico) 43, 13)
El viento sur sopla si lo quiere, como asimismo los ciclones y el huracán del norte. (Sirácides (Eclesiástico) 43, 17)
Cuando se secan las ramas, las quiebran y luego las mujeres les prenden fuego. Eso se debe a que este pueblo no quiere entender, por eso su Hacedor no se compadece de ellos, ni los perdonará el que los ha creado. (Isaías 27, 11)
- ¿A quién le está enseñando la lección o quién quiere que le atienda sus explicaciones? ¡Los niños que recién dejaron el biberón, los niñitos que acabaron de tomar pecho! (Isaías 28, 9)
El que actúa siempre con honradez, el que dice la verdad y que se niega a conseguir algo con trampa; el que retira su mano para no aceptar la coima, que no quiere oír sugerencias criminales y no quiere ver procederes malos. (Isaías 33, 15)
Reúnanse todos y escuchen: quién de toda esa gente les ha hecho este anuncio: «Yavé quiere a ese hombre (a Ciro); éste es el que cumplirá sus deseos contra Babilonia y contra el pueblo de los caldeos.» (Isaías 48, 14)
Pues bien, Yavé se ha compadecido de Sión y ahora quiere dar vida a sus ruinas, transformar su soledad en un Paraíso y su sequedad en un jardín de Yavé. Entonces se lo agradecerán, tocando música y lanzando vivas de entusiasmo y de alegría. (Isaías 51, 3)
Este pueblo malvado que no quiere escuchar mi palabra y se deja llevar por su corazón endurecido y va tras otros dioses para servirlos y adorarlos, quedará como el cinturón que ya no vale nada. (Jeremías 13, 10)
Esto dice Yavé rrespecto de este pueblo: ¡Cómo les gusta correr de acá para allá, si no paran un momento! Yavé no los quiere, pues se acuerda ahora de sus crímenes y del castigo que merecen. (Jeremías 14, 10)
Este tal Jeconías, ¿es, acaso, un trasto viejo e inservible que ya nadie quiere? ¿Por qué han sido expulsados él y su familia y echados a un país que no conocían? (Jeremías 22, 28)
Esto dice Yavé: En Ramá se han oído unos quejidos y un amargo lamento: es Raquel que llora a sus hijos y no quiere que la consuelen, pues ya no están. (Jeremías 31, 15)
Pero la casa de Israel no querrá escucharte, porque no quiere escucharme; todos tienen la cabeza dura y el corazón obstinado. (Ezequiel 3, 7)