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Santiago y su hermano Juan, hijos de Zebedeo, a quienes puso el sobrenombre de Boanerges, es decir, hijos del trueno; (Evangelio según San Marcos 3, 17)
Otra vez Jesús se puso a enseñar a orillas del lago. Se le reunió tanta gente junto a él que tuvo que subir a una barca y sentarse en ella a alguna distancia, mientras toda la gente estaba en la orilla. (Evangelio según San Marcos 4, 1)
Cuando llegó el sábado, se puso a enseñar en la sinagoga y mucha gente lo escuchaba con estupor. Se preguntaban: «¿De dónde le viene todo esto? ¿Y qué pensar de la sabiduría que ha recibido, con esos milagros que salen de sus manos? (Evangelio según San Marcos 6, 2)
Al desembarcar, Jesús vio toda aquella gente, y sintió compasión de ellos, pues estaban como ovejas sin pastor. Y se puso a enseñarles largamente. (Evangelio según San Marcos 6, 34)
Jesús le puso nuevamente las manos en los ojos, y el hombre se encontró con buena vista; se recuperó plenamente, y podía ver todo con claridad. (Evangelio según San Marcos 8, 25)
Pero Jesús lo tomó de la mano y le ayudó a levantarse, y el muchacho se puso de pie. (Evangelio según San Marcos 9, 27)
Después tomó a un niño, lo puso en medio de ellos, lo abrazó y les dijo: (Evangelio según San Marcos 9, 36)
Jesús dejó aquel lugar y se fue a los límites de Judea, al otro lado del Jordán. Otra vez las muchedumbres se congregaron a su alrededor, y de nuevo se puso a enseñarles, como hacía siempre. (Evangelio según San Marcos 10, 1)
Y él, arrojando su manto, se puso en pie de un salto y se acercó a Jesús. (Evangelio según San Marcos 10, 50)
Luego se puso a enseñar y les dijo: «¿No dice Dios en la Escritura: Mi casa será llamada casa de oración para todas las naciones? ¡Pero ustedes la han convertido en una guarida de ladrones!» (Evangelio según San Marcos 11, 17)
Entonces se puso a maldecir y a jurar: «Yo no conozco a ese hombre de quien ustedes hablan.» (Evangelio según San Marcos 14, 71)
En ese momento se escuchó el segundo canto del gallo. Pedro recordó lo que Jesús le había dicho: «Antes de que el gallo cante dos veces, tú me habrás negado tres», y se puso a llorar. (Evangelio según San Marcos 14, 72)