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Y en seguida empezó a latirle fuerte el corazón por haberle cortado la punta del manto de Saúl, (1 Samuel 24, 6)
tú, señor, no tendrás este pesar y remordimiento en el corazón de haber derramado sangre inocente y haberte vengado por tu propia mano. Entonces Yavé te bendecirá y tú también te acordarás de mí, tu sierva.» (1 Samuel 25, 31)
Por la mañana, una vez que se le hubo pasado la borrachera, le contó su esposa todo lo sucedido. Le vino un ataque al corazón y quedó paralizado. (1 Samuel 25, 37)
Por eso mañana levántense antes del amanecer, y con todos los que vinieron contigo vayan al lugar que les he asignado. No guardes, pues, rencor en tu corazón, porque tú sabes que te estimo. Levántense, pues, muy temprano y partan apenas aclare.» (1 Samuel 29, 10)
David reunió de nuevo a todo lo mejor de Israel, unos treinta mil hombres. (2 Samuel 6, 1)
Cuando el Arca de Yavé entró en la ciudad de David, Micol, hija de Saúl, estaba mirando por la ventana. Vio al rey David saltando y danzando, en presencia de Yavé, y lo despreció en su corazón. (2 Samuel 6, 16)
David dijo a su jefe, Itaí: «No vengas con nosotros, vuelve y quédate con el nuevo rey. Eres un extranjero, (2 Samuel 15, 19)
Joab le respondió: «No tengo tiempo que perder contigo.»Y yendo al árbol de donde colgaba Absalón, le clavó personalmente tres dardos en el corazón, cuando aún estaba vivo. (2 Samuel 18, 14)
De nuevo hubo guerra entre los filisteos e Israel. David con sus servidores bajaron y a atacaron a los filisteos. (2 Samuel 21, 15)
Yavé se enojó de nuevo contra los israelitas. Movió a David a que hiciera el censo de Israel y Judá. (2 Samuel 24, 1)
David sintió latir su corazón cuando hubo hecho el censo y dijo a Yavé: «He pecado grandemente por lo que hice, ¡oh Yavé! Perdona, te ruego, mi falta, pues he cometido una locura.» (2 Samuel 24, 10)
En vista de todo esto, Natán fue a decirle a Betsabé, madre de Salomón: «¿No sabes que tenemos un nuevo rey, Adonías, hijo de Jaguit? Y el rey no tiene ni idea de esto. (1 Reyes 1, 11)