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  • Si alguno ha pecado, haciendo alguna cosa de las prohibidas por la ley de Dios, ha cometido un delito aunque no se dé cuenta, y carga con un pecado. (Levítico 5, 17)

  • Moisés lo sacrificó. Mojando sus dedos en la sangre, untó con ella las esquinas del altar, para consagrarlo. Después derramó el resto de la sangre al pie del altar; de esta manera lo consagró, haciendo por él la expiación. (Levítico 8, 15)

  • Y Moisés dijo a Aarón: «Acércate al altar y ofrece tu sacrificio por el pecado y tu holocausto, haciendo así la expiación por ti mismo y por los tuyos. También presenta la ofrenda del pueblo y haz la expiación por ellos, como Yavé lo ha ordenado.» (Levítico 9, 7)

  • El sacerdote lo ofrecerá ante Yavé haciendo expiación por ella, y quedará purificada del flujo de su sangre. Esta es la ley referente a la mujer que da a luz a un niño o una niña. (Levítico 12, 7)

  • Y el aceite que quede en la mano del sacerdote, lo echará sobre la cabeza del que se purifica haciendo en esta forma la expiación por él ante Yavé. (Levítico 14, 18)

  • Derramará el resto del aceite que le quede en la mano sobre la cabeza del que se purifica, haciendo reparación por él ante Yavé. (Levítico 14, 29)

  • Aarón presentará el novillo que trajo para el sacrificio por el pecado, haciendo la expiación por sí mismo y por los de su casa. Luego lo sacrificará. (Levítico 16, 11)

  • Después sacrificará el macho cabrío que fue reservado para el sacrificio por el pecado del pueblo, y llevará su sangre detrás del velo. Haciendo con su sangre lo mismo que hizo con la sangre del novillo, rocíará el Lugar del Perdón en su parte anterior. (Levítico 16, 15)

  • No se manchen haciendo estas cosas, pues así es como se han manchado las naciones que yo desalojé ante ustedes. (Levítico 18, 24)

  • y convocaron a toda la asamblea el día primero del segundo mes, haciendo su alistamiento por familias y linajes, tomando el nombre de cada uno de los hombres de veinte años para arriba, (Números 1, 18)

  • Entren en tus entrañas las aguas que traen la maldición, haciendo que se pudran tus muslos y reviente tu vientre.» Y la mujer responderá: ¡Así sea, así sea! (Números 5, 22)

  • La suerte decidirá la repartición, haciendo distinción entre los grandes y los pequeños.» (Números 26, 56)


“O mais belo Credo é o que se pronuncia no escuro, no sacrifício, com esforço”. São Padre Pio de Pietrelcina