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negándose a compartir con ellos la carne de los hijos que se estará comiendo, porque nada le quedará durante el asedio y la angustia a que tu enemigo te reducirá en todas tus ciudades. (Deuteronomio 28, 55)
Tu vida estará ante ti como pendiente de un hilo y andarás asustado de noche y de día. (Deuteronomio 28, 66)
Pero ahora Yavé, tu Dios, irá delante de ti; él destruirá a tu vista estas naciones y tú las desalojarás. Es Josué quien estará al frente de ustedes, como ya lo tiene dicho Yavé. (Deuteronomio 31, 3)
Yavé irá delante de ti. El estará contigo; no te dejará ni te abandonará. No temas, pues, ni te desanimes.» (Deuteronomio 31, 8)
Josué dijo a los israelitas: «Purifíquense, porque mañana Yavé estará en medio de ustedes para obrar milagros.» (Josué 3, 5)
Luego de un rudo combate, los israelitas fueron derrotados, dejando muertos en el campo de batalla alrededor de cuatro mil hombres. Volvió el ejército al campamento, y los jefes de Israel se preguntaban por qué Yavé había dejado que fueran derrotados por los filisteos. Y se dijeron: «Vamos a Silo a buscar el Arca de nuestro Dios. Así estará ella con nosotros y nos salvará de nuestros enemigos.» (1 Samuel 4, 3)
Ahora, si mi padre decide hacerte mal, te avisaré para que te pongas a salvo y vayas en paz. Seguramente Yavé estará contigo como lo estuvo con mi padre. (1 Samuel 20, 13)
Tu descendencia y tu reino estarán presentes ante mí. Tu trono estará firme hasta la eternidad.» (2 Samuel 7, 16)
Que tu nombre sea glorificado por siempre, y que todos di gan: «Yavé Sebaot es Dios en Israel.» La familia de tu servidor David estará firme ante ti, (2 Samuel 7, 26)
Que tus ojos estén abiertos día y noche sobre esta Casa, sobre este lugar del que tú mismo dijiste: En él estará mi Nombre, y dígnate escuchar las oraciones que haré en este lugar. (1 Reyes 8, 29)
Luego les dio órdenes: «El tercio de sus hombres que vienen el sábado guardarán la casa del rey, un tercio estará en la Puerta de Fundación, y el último en la puerta de atrás. Harán la guardia sucesivamente. (2 Reyes 11, 5)
Jabés invocó al Dios de Israel, exclamando: «Si de verdad me bendices, se ensancharán mis términos, tu mano estará conmigo y alejarás el mal para que no padezca aflicción.» Y le concedió Dios lo que pedía. (1 Crónicas 4, 10)