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El Séptimo día Dios tuvo terminado su trabajo, y descansó en ese día de todo lo que había hecho. (Génesis 2, 2)
Bendijo Dios el Séptimo día y lo hizo santo, porque ese día descansó de sus trabajos después de toda esta creación que había hecho. (Génesis 2, 3)
pero no de ese árbol que está en medio del jardín, pues Dios nos ha dicho: No coman de él ni lo prueban siquiera, porque si lo hacen morirán.» (Génesis 3, 3)
A la mujer le gustó ese árbol que atraía la vista y que era tan excelente para alcanzar el conocimiento. Tomó de su fruto y se lo comió y le dio también a su marido que andaba con ella, quien también lo comió. (Génesis 3, 6)
Pasado algún tiempo, Caín presentó a Yavé una ofrenda de los frutos de la tierra. (Génesis 4, 3)
Tú me arrojas hoy de esta tierra, y me dejas privado de tu presencia. Si he de ser un errante y de andar vagando sobre la tierra, cualquiera que me encuentre me matará.» (Génesis 4, 14)
Caín se fue de la presencia de Yavé y habitó en el país de Nod, al oriente del Edén. (Génesis 4, 16)
Sella, por su parte, dio a luz a Tubal-Caín; ése es el que forja toda clase de herramientas en cobre y hierro. La hermana de Tubal-Caín se llamaba Nohema. (Génesis 4, 22)
Tenía Jared ciento sesenta y dos años cuando fue padre de Henoc. (Génesis 5, 18)
Jared al morir tenía novecientos sesenta y dos años. (Génesis 5, 20)
Tenía Enoc sesenta y cinco años de edad cuando fue padre de Matusalén. (Génesis 5, 21)
En total Enoc vivió trescientos sesenta y cinco años. (Génesis 5, 23)