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  • Pero ya se hacía tarde, y se vieron obligados a volverse porque era la vigilia del sábado. Esta fue la razón por la cual dejaron de perseguir a sus enemigos. (2 Macabeos 8, 26)

  • Apenas el Macabeo lo supo, reunió a los jefes del pueblo y acusó a esos hombres por haber vendido a sus hermanos por dinero y haber dejado escapar libres a sus enemigos. (2 Macabeos 10, 21)

  • Y, postrándose al pie del altar, pedían a Dios que se portara bien con ellos y mal con sus enemigos; que se hiciera adversario de sus adversarios, como está escrito en la Ley. (2 Macabeos 10, 26)

  • En lo más encarnizado de la batalla se aparecieron desde el cielo a los enemigos cinco hombres resplandecientes que, montados sobre caballos con bridas de oro, encabezaban a los judíos. (2 Macabeos 10, 29)

  • Rodeando al Macabeo, lo defendían con sus armas, haciéndolo invulnerable, y al mismo tiempo lanzaban flechas y rayos contra los enemigos, que caían y se dispersaban en el mayor desorden, heridos de ceguera. (2 Macabeos 10, 30)

  • Se lanzaron como leones sobre los enemigos, abatieron once mil hombres de a pie y mil seiscientos jinetes, (2 Macabeos 11, 11)

  • Cuando se presentó el primer batallón de Judas, el miedo y el pánico se apoderaron de los enemigos como consecuencia de una aparición de Aquel que todo lo ve. Emprendieron la fuga, unos por un lado, y otros, por otro, de manera que eran arrastrados por sus propios compañeros y heridos por sus mismas espadas. (2 Macabeos 12, 22)

  • Después de haber derrotado y destruido a estos enemigos, dirigió una expedición contra la ciudad amurallada de Efrón, donde se había establecido Lisias con gente de todas las razas. Jóvenes robustos, apostados ante las murallas, combatían con valor. En el interior había muchas reservas de máquinas y proyectiles de guerra. (2 Macabeos 12, 27)

  • Después de invocar al Señor, que aplasta con energía las fuerzas de los enemigos, los judíos se apoderaron de la ciudad y mataron unos veinticinco mil de los que estaban dentro. (2 Macabeos 12, 28)

  • Simón, hermano de Judas, había atacado a Nicanor, pero sus hombres se desconcertaron de repente ante los enemigos, sufriendo un ligero revés. (2 Macabeos 14, 17)

  • «Recibe como regalo de parte de Dios esta espada con la que destrozarás a los enemigos.» (2 Macabeos 15, 16)

  • Todos estaban esperando el próximo desenlace en el momento en que los enemigos iniciaron el ataque; habían dispuesto su ejército, colocado los elefantes en sitio conveniente, y la caballería en las alas. (2 Macabeos 15, 20)


“De que vale perder-se em vãos temores?” São Padre Pio de Pietrelcina