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Desearon que fuera su general y cuidara el Lugar Santo, designando por sí mismo a quienes dirigirían los trabajos y también a los que estarían a cargo de la administración, del ejército y de las fortalezas. (1 Macabeos 14, 42)
sabía que su situación era muy crítica y que el ejército lo había abandonado. (1 Macabeos 15, 12)
Al levantarse de mañana, avanzaron hacia la llanura y vieron que un ejército numeroso, infantería y caballería, venía a su encuentro. (1 Macabeos 16, 5)
Dividió su ejército en dos cuerpos y puso a los jinetes en medio de ellos, pues la caballería de los contrarios era muy numerosa. (1 Macabeos 16, 7)
Tocaron las trompetas y Cendebeo y su ejército salieron derrotados. Muchos de ellos cayeron, y los que quedaron, huyeron en dirección a la fortaleza. (1 Macabeos 16, 8)
su jefe partió para Persia con un ejército al parecer invencible, pero los sacerdotes de la diosa Nanea le tendieron una trampa y lo mataron en su templo. (2 Macabeos 1, 13)
Además Antíoco envió a Apolonio, con un ejército de veintidós mil soldados, con orden de degollar a todos los hombres de edad adulta y de vender a las mujeres y los niños. (2 Macabeos 5, 24)
Al saber Judas que Nicanor venía con un gran ejército, lo comunicó a los suyos. (2 Macabeos 8, 12)
entonces, dividió el ejército en cuatro cuerpos. Al frente de cada uno, puso a sus hermanos: Simón, José y Jonatán, con mil quinientos hombres cada uno. (2 Macabeos 8, 22)
Después, en un encuentro con el ejército de Timoteo y Báquides mataron a más de veinte mil hombres y se adueñaron de ciudades fortificadas. Repartieron los abundantes despojos por partes iguales entre ellos mismos, los que habían sido torturados, los huérfanos, las viudas y los ancianos. (2 Macabeos 8, 30)
quedó humillado con el auxilio de Dios por aquellos mismos que él había despreciado. Despojado de su rico traje, huyendo a través de los campos como fugitivo, llegó a Antioquía demasiado feliz todavía de haber escapado a la destrucción de su ejército. (2 Macabeos 8, 35)
Tan podrido estaba su cuerpo que hasta gusanos tenía y sus carnes, vivas aún, caían a pedazos entre desgarramientos y dolores. Su fetidez era intolerable y apartaba a todo el ejército. (2 Macabeos 9, 9)