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  • ¿Acaso se han olvidado ustedes de los crímenes cometidos por sus padres, por los reyes de Judá y sus mujeres, por ustedes y sus mujeres, en Judá y en las calles de Jerusalén? (Jeremías 44, 9)

  • En las terrazas de Moab y en sus calles, todo el mundo se lamenta, porque he hecho pedazos a Moab como un cántaro que no sirve, dice Yavé. (Jeremías 48, 38)

  • Los caldeos caerán heridos en su tierra y acuchillados en las calles de Babilonia; (Jeremías 51, 4)

  • En pie, clama en la noche, cuando comienza la ronda; derrama como agua tu corazón ante el rostro del Señor, alza tus manos hacia él por la vida de tus hijitos que desfallecen de hambre en la esquina de todas las calles. (Lamentaciones 2, 19)

  • Por tierra yacen en las calles niños y ancianos; mis vírgenes y mis jóvenes cayeron a cuchillo; mataste en el día de tu cólera, mataste sin compasión. (Lamentaciones 2, 21)

  • ¿Cómo se ha empañado y deteriorado el oro más puro? ¿Por qué están desparramadas las piedras sagradas por las esquinas de todas las calles? (Lamentaciones 4, 1)

  • Los que comían manjares deliciosos desfallecen por las calles; los que se criaban entre sedas se quedan en basurales. (Lamentaciones 4, 5)

  • Su semblante ahora es más oscuro que carbón, ya no se los reconoce por las calles. Su piel está pegada a sus huesos, seca como madera. (Lamentaciones 4, 8)

  • Vagaban ellos como ciegos por las calles, manchados estaban de sangre; por lo que nadie podía tocar sus vestiduras. (Lamentaciones 4, 14)

  • Tirarán por las calles su plata y arrojarán su oro a la basura. Esto no calmará su hambre ni llenará su estómago, ya que todo eso solamente los conducirá al mal. (Ezequiel 7, 19)

  • Pero como han llenado esta ciudad de víctimas y las calles de cadáveres, (Ezequiel 11, 6)

  • Mi enemiga, al verlo se sentirá avergonzada, pues decía: ¿Dónde se metió tu Dios? Mis ojos se recrearán viendo cómo es pisoteada, igual que el barro de las calles. (Miqueas 7, 10)


“Nunca vá se deitar sem antes examinar a sua consciência sobre o dia que passou. Enderece todos os seus pensamentos a Deus, consagre-lhe todo o seu ser e também todos os seus irmãos. Ofereça à glória de Deus o repouso que você vai iniciar e não esqueça do seu Anjo da Guarda que está sempre com você.” São Padre Pio de Pietrelcina