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Cuando el Cordero abrió el séptimo sello, se produjo en el Cielo un silencio como de media hora. (Apocalipsis 8, 1)
Tocó el tercer ángel su trompeta, y una estrella grande, que parecía un globo de fuego, cayó del cielo sobre la tercera parte de los ríos y de los manantiales de agua. (Apocalipsis 8, 10)
Y mi visión continuó: oí a un águila que volaba por lo más alto del cielo y que decía con voz potente: «¡Ay, ay, ay de los habitantes de la tierra cuando resuene el sonido de las trompetas que los tres últimos ángeles van a tocar!» (Apocalipsis 8, 13)
Y tocó el quinto ángel. Vi entonces una estrella que había caído del cielo a la tierra. Le fue entregada la llave del pozo del abismo. (Apocalipsis 9, 1)
Vi después a otro ángel formidable que bajaba del cielo envuelto en una nube; el arco iris rodeaba su cabeza, su cara era como el sol y sus piernas como columnas de fuego. (Apocalipsis 10, 1)
Yo me preparaba a escribir lo que habían dicho los siete truenos, cuando una voz desde el cielo me dijo: «Guarda en secreto las palabras de los siete truenos, no escribas nada.» (Apocalipsis 10, 4)
Entonces el ángel que había visto de pie sobre el mar y la tierra levantó su mano derecha al cielo (Apocalipsis 10, 5)
y juró por el que vive por los siglos de los siglos, el que creó el cielo, la tierra, el mar y cuanto hay en ellos: «Ya no habrá más demora; (Apocalipsis 10, 6)
La voz que me había hablado desde el cielo se dirigió de nuevo a mí y me dijo: «Acércate al ángel que está de pie sobre el mar y la tierra, y toma el librito que tiene abierto en la mano.» (Apocalipsis 10, 8)
Tienen poder para cerrar el cielo y que no caiga lluvia mientras dure su misión profética; tienen también poder para convertir las aguas en sangre y castigar la tierra con toda clase de plagas siempre que quieran. (Apocalipsis 11, 6)
Entonces una voz poderosa les gritó desde el cielo: «Suban.» Y subieron al cielo en medio de la nube, a la vista de sus enemigos. (Apocalipsis 11, 12)
En ese momento se produjo un violento terremoto y se derrumbó la décima parte de la ciudad, pereciendo en el cataclismo siete mil personas. Los supervivientes se llenaron de espanto y reconocieron al Dios del cielo. (Apocalipsis 11, 13)