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  • a nuestros reyes y nuestros príncipes, a nuestros sacerdotes, nuestros profetas y nuestros padres, (Baruc 1, 16)

  • Por eso el Señor cumplió la palabra que había pronunciado en contra nuestra, contra nuestros gobernantes que gobernaron a Israel, contra nuestros reyes y nuestros jefes, tanto en Israel como en Judá. (Baruc 2, 1)

  • Nosotros no nos apoyamos en los méritos de nuestros padres y de nuestros reyes para depositar nuestra súplica en tu presencia, Señor Dios. (Baruc 2, 19)

  • Pero nosotros no escuchamos tu invitación de servir al rey de Babilonia; entonces tú cumpliste las palabras que habías pronunciado por ministerio de tus siervos los profetas: los huesos de nuestros reyes y los de nuestros padres serían sacados de su lugar. (Baruc 2, 24)

  • Ella misma es el libro de los mandamientos, y la Ley de Dios que permanece para siempre. Todos los que la conservan alcanzarán la vida; pero los que la abandonan, morirán. (Baruc 4, 1)

  • Porque siendo, como son, cosa de madera, dorados y plateados, conocerán finalmente todas las naciones y reyes que son un engaño; reconocerán que no son dioses, sino obra de las manos de los hombres, y que nada hacen en prueba de que son dioses. (Baruc 6, 50)

  • No envían maldición ni bendición a los reyes; (Baruc 6, 65)

  • Miré: hacia mí se tendió una mano que sostenía el rollo del libro. (Ezequiel 2, 9)

  • Porque esto dice Yavé: Haré venir del Norte contra Tiro a Nabucodonosor, rey de Babilonia, el rey de reyes. Llegará con caballos, carros y caballeros, con una coalición de pueblos, y un enorme ejército. (Ezequiel 26, 7)

  • Desembarcabas tus mercaderías y todos los pueblos se surtían. Tú y tus mercaderías hacían ricos a los reyes de la tierra. (Ezequiel 27, 33)

  • Los habitantes de todas las islas están muy consternados, los reyes tiritan, su rostro se descompone. (Ezequiel 27, 35)

  • Estabas muy orgulloso de tu belleza:tu belleza te hizo perder la sabiduría;por eso te tiré al suelo,para que fueras un espectáculo para los reyes de la tierra. (Ezequiel 28, 17)


“Não queremos aceitar o fato de que o sofrimento é necessário para nossa alma e de que a cruz deve ser o nosso pão cotidiano. Assim como o corpo precisa ser nutrido, também a alma precisa da cruz, dia a dia, para purificá-la e desapegá-la das coisas terrenas. Não queremos entender que Deus não quer e não pode salvar-nos nem santificar-nos sem a cruz. Quanto mais Ele chama uma alma a Si, mais a santifica por meio da cruz.” São Padre Pio de Pietrelcina