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El diluvio cayó durante cuarenta días sobre la tierra. Crecieron, pues, las aguas y elevaron el arca muy alto sobre la tierra. (Génesis 7, 17)
Las aguas subieron y crecieron enormemente sobre la tierra, y el arca flotaba sobre las aguas. (Génesis 7, 18)
Subió el nivel de las aguas, y crecieron más y más sobre la tierra, y quedaron cubiertos los montes más altos que hay bajo el cielo. (Génesis 7, 19)
Así perecieron todos los vivientes que había sobre la tierra, desde el hombre hasta los animales, los reptiles y las aves del cielo. Todos fueron borrados de la superficie de la tierra. Sólo sobrevivieron Noé y los que estaban con él en el arca. (Génesis 7, 23)
Y Dios se acordó de Noé y de todas las fieras salvajes y de los otros animales que estaban con él en el arca. Dios hizo soplar un viento sobre la tierra, y las aguas descendieron. (Génesis 8, 1)
Entonces se cerraron los manantiales que brotaban del abismo, como también las compuertas del cielo, y la lluvia cesó de caer sobre la tierra. (Génesis 8, 2)
El día diecisiete del séptimo mes, el arca descansó sobre los montes de Ararat. (Génesis 8, 4)
Y las aguas siguieron bajando hasta el mes décimo, hasta que el día primero de ese mes aparecieron las cumbres de los montes. (Génesis 8, 5)
Después de cuarenta días, Noé abrió la ventana que había hecho en el arca (Génesis 8, 6)
y soltó al cuervo, el cual revoloteaba sobre las aguas, yendo y viniendo, hasta que se evaporaron las aguas de la tierra. (Génesis 8, 7)
Pero la paloma no encontró dónde posarse, y volvió al arca, pues todavía las aguas cubrían toda la superficie de la tierra. Noé extendió su brazo, tomó a la paloma y la introdujo en el arca. (Génesis 8, 9)
Esperó siete días más y de nuevo soltó a la paloma fuera del arca. (Génesis 8, 10)