Biblia Católica
 

Sirácides (Eclesiástico), 31

12. Si estás sentado junto a una magnífica mesa, no te quedes con la boca abierta exclamando: "¡Qué abundancia!"

Versos relacionados con Sirácides (Eclesiástico), 31:

Eclesiástico 31 habla sobre el tema de la riqueza, incluidos los consejos sobre cómo manejarla, el peligro de ser codicioso y la importancia de confiar en Dios en lugar de depender del dinero.

Proverbios 13:11: "La riqueza apenas gana disminuye, pero aquellos que lo recolectan gradualmente", este versículo destaca la importancia de manejar la riqueza con sabiduría, no ser codiciosos y no buscar ganancias deshonestas, lo que puede conducir a la pérdida de riqueza.

Mateo 6:24: "Nadie puede servir a dos caballeros, porque odiará uno y amará al otro, o será leal a uno y despreciará al otro. No puedes servir a Dios y al dinero". Jesús enseña que la confianza debe colocarse en Dios y no en el dinero, porque la riqueza no es un sustituto de la paz y la felicidad que Dios puede proporcionar.

Proverbios 15:27: "El avaro perturba su propia casa, pero aquellos que odian el soborno vivirán" Este versículo destaca el peligro de ser codicioso y cómo puede causar conflictos en el hogar y dañar la vida familiar.

1 Timoteo 6:17: "Ordene a aquellos que son ricos en el mundo actual que no son arrogantes, ni ponen su esperanza en la incertidumbre de la riqueza, pero en Dios, que nos ofrece todas las cosas para disfrutar" este verso refuerza la idea de que La confianza debe colocarse en Dios en lugar de la riqueza, lo cual es incierto y se puede perder en cualquier momento.

Proverbios 11:4: "La riqueza no es para el día de la ira, pero la justicia entrega de la muerte" Este verso señala que, aunque la riqueza puede ser útil en esta vida, no puede salvar a alguien de la ira de Dios. La justicia, por otro lado, puede traer salvación.





“Você deve ter sempre prudência e amor. A prudência tem olhos; o amor tem pernas. O amor, como tem pernas, gostaria de correr a Deus. Mas seu impulso de deslanchar na direção dEle é cego e, algumas vezes, pode tropeçar se não for guiado pela prudência, que tem olhos.” São Padre Pio de Pietrelcina