3. Al fragor de los cascos de sus corceles, al estruendo de sus carros de guerra, al tumulto de sus ruedas, los padres se desentienden de sus hijos, porque sus manos desfallecen.





“Ouço interiormente uma voz que constantemente me diz: Santifique-se e santifique!” São Padre Pio de Pietrelcina