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  • Las vigas de nuestra casa son de cedro, y su techo de ciprés. (Cantar 1, 17)

  • brincando por los cerros, mi amado, como una gacela o un cabrito. Ahora se detiene detrás de nuestra cerca, y se pone a mirar por las ventanas, a espiar por las rejas. (Cantar 2, 9)

  • Han aparecido las flores en la tierra, ha llegado el tiempo de las canciones, se oye el arrullo de la tórtola en nuestra tierra. (Cantar 2, 12)

  • Tenemos una hermana pequeña, todavía no tiene sus senos formados. ¿Qué haremos con nuestra hermana cuando se trate de casarla? (Cantar 8, 8)

  • Partiendo de falsos razonamientos sacan estas conclusiones: "Nuestra vida es corta y llena de decepciones, tendremos un fin y será sin remedio: nunca se ha visto que alguien haya subido del mundo de los muertos. (Sabiduría 2, 1)

  • Con el tiempo se olvidarán de nuestro nombre, nadie más pensará en lo que hicimos; nuestra vida pasa como la sombra de una nube, se desvanece como niebla a los rayos del sol. (Sabiduría 2, 4)

  • Nuestra vida es sólo el paso de una sombra, cuando llega el fin es sin vuelta: una vez sellado, nadie vuelve. (Sabiduría 2, 5)

  • ¡No dejemos que se marchiten las rosas, pongámoslas en nuestra corona! (Sabiduría 2, 8)

  • ¡Que nadie de nosotros falte a nuestra comilonas; por todas partes dejaremos recuerdos de nuestras fiestas, pues esa es nuestra herencia y nuestra suerte. (Sabiduría 2, 9)

  • ¡Nuestra fuerza sea la ley! La debilidad es prueba de que uno no sirve para nada! (Sabiduría 2, 11)

  • Hagamos la guerra al que nos reprende porque violamos la Ley; nos recuerda cómo fuimos educados y nos echa en cara nuestra conducta. (Sabiduría 2, 12)

  • porque un cuerpo perecible pesa enormemente sobre el alma, y nuestra cáscara de arcilla paraliza al espíritu que está siempre en vela. (Sabiduría 9, 15)


“Você deve ter sempre prudência e amor. A prudência tem olhos; o amor tem pernas. O amor, como tem pernas, gostaria de correr a Deus. Mas seu impulso de deslanchar na direção dEle é cego e, algumas vezes, pode tropeçar se não for guiado pela prudência, que tem olhos.” São Padre Pio de Pietrelcina