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Esa misma noche el Angel de Yavé hirió de muerte a ciento ochenta y cinco mil hombres del campamento asirio. A la hora de levantarse, en la mañana, no había más que cadáveres. (Isaías 37, 36)
Ahora llega para mi servidor la hora del éxito; será exaltado, y puesto en lo más alto. (Isaías 52, 13)
El más chico de tus habitantes se multiplicará en mil y el más insignificante se convertirá en una gran nación.Yo, Yavé, lo haré en un momento, cuando sea la hora. (Isaías 60, 22)
¿Has rechazado para siempre a Judá, o tu alma está aburrida con Sión? ¿Por qué nos has herido sin esperanza de mejorar? Esperábamos la paz, y ninguna cosa buena llegó, la hora de nuestra mejoría, y se presentó el susto. (Jeremías 14, 19)
Los mercenarios que se veían en ella, eran como novillos de engorde, pero ellos también vuelven la espalda y huyen todos juntos, sin oponer resistencia. Pues éste es para ellos el día de su desgracia, la hora de su castigo. (Jeremías 46, 21)
Degüellen todos sus novillos, que marchen al matadero. ¡Ay de ellos, porque ha llegado su día, la hora de su castigo!» (Jeremías 50, 27)
Contra ti me dirijo, Insolencia, dice el Señor Yavé de los Ejércitos; ha llegado tu día, la hora de tu castigo. (Jeremías 50, 31)
No te acuerdes de las injusticias de nuestros padres, sino acuérdate en esta hora de tu poder y de tu Nombre. (Baruc 3, 5)
Te apoyas en falsas visiones, en señales mentirosas; serás condenado a la espada y echado junto con los malvados masacrados: llegó la hora, la injusticia llegó a su fin. (Ezequiel 21, 34)
Dale a conocer todos sus crímenes. Le comunicarás esta palabra de Yavé: Ay de esta ciudad, pues adelantó su hora con la sangre derramada en medio de ella, se volvió impura con los ídolos que se hizo. (Ezequiel 22, 3)
La sangre derramada te ha convertido en culpable, te hiciste ídolos y con ello te has ensuciado. Adelantaste tu hora y el término de tus años: te convertiré en la vergüenza de las naciones, en motivo de risa para todos los pueblos. (Ezequiel 22, 4)
Se acerca ese día, la hora de Yavé, el juicio de las naciones. (Ezequiel 30, 3)